El amor en tiempos del monóxido de carbono

El amor en tiempos del monóxido de carbono

Amy Fernández

20/06/2017

Delfina y Ernesto era un matrimonio joven, ella era bajita, menudita, de cabello castaño claro y hermosos ojos azules, él un robusto hombretón. Hacía como seis años se habían casado y no tenían descendencia. Se rumoreaba que ella no podía tener bebés. Por aquellos tiempos la responsable siempre era la mujer -¿como iba a ser él con lo fuerte que se lo veía? comentaban las comadres del barrio.

La Conce era vecina, una joven viuda que todas las tardes lo veía pasar a Ernesto y lo miraba de reojo, Doña Prudencia su madre la veía acicalarse siempre a la misma hora y salir al jardín, con su pollera corta y su blusa transparente.

Una tarde de tantas, la viudita trepó a una escalera para sacar unos limones, Ernesto pasó y se quedó mirándola, más tarde volvió a pasar cambiado y perfumado, sólo cruzaron unas palabras a la ligera.

Llamó la atención que no se la volviese a ver a las tardes bajo el limonero, la madre dijo que estaba aprendiendo Corte y Confección, sin más explicación a quienes le preguntaban.

Pero a las comadres les extrañaba que no fuese a la academia de María Luisa, como todas las chicas del barrio.

A Delfina no se la veía bien, tristona y silenciosa, salía hacer sus compras y no conversaba con nadie.

Una mañana lluviosa la noticia corrió como pólvora ardiendo, Delfina se encerró en la cocina con un brasero encendido, se suicidó con el monóxido de carbono, la velaron en su casa con un camisón blanco con puntillas, parecía una novia.

Ernesto lloraba desconsolado, la Conce intentaba acercarse y él la apartaba.

Esa noche siguió lloviendo mucho, las calles se inundaron, cuando llegó la hora de llevarla al cementerio, tres hombres y Ernesto portaban el féretro por la calle anegada, al llegar a la esquina, justo en la puerta la casa de la Conce, el cajón se les cayó de las manos, flotando comenzó a navegar como un bote, lo consiguieron a recuperar media cuadra.

Delfina hizo así, su viaje final, sin equipaje

A Ernesto no se lo vió mas.




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