Ramona y la boda de mi prima

Ramona y la boda de mi prima

Kevin Lopez

19/06/2017

Ramona y la boda de mi prima.

En aquella mesa de la esquina del salon nos encontrábamos: Mi padre, mi hermano y yo. La mesa era de diez y la ocupamos tres. Que desperdicio de espacio. Que coraje de mi tia si se enterara de aquello. Que tranquilidad la de mi tio. Que indiferencia de ser hombre. Es cuestión de imaginarse el regateo de mi tía Margarita con el rentero de mesas por tener cinco mesas más al mismo precio y cincuenta sillas más para que esten desperdiciadas por gente como nosotros, hermitaños.

Mientras tanto mi co-creador y yo nos comunicamos en palabras disfrazadas que solo el y yo entendemos. Juegos de algún deporte de campo. Juegos de algún deporte de cancha. Y si ya he usado ácido. Entonces la conversación acaba, mi padre asiente y el silencio habla.

Con mi hermano es igual, nos comunicamos en palabras disfrazadas que solo el y yo entendemos. Nombres de series. Nombres de canciones. Y si ya he usado ácido. Entonces la conversación acaba, mi hermano asiente y el silencio habla.

Para que la noche cambie y el silencio calle es necesario levantarse del asiento, ir al baño y cruzar miradas. Lo último es bueno hacerlo en el camino al privado, aunque es válido decir que si pasa en el baño la noche tambien cambiaria, pero no era año bisiesto.

Mientras esto pasa una mujer se levanta de la mesa de un café y se despide de Antonio, nunca se volverán a ver. Ella lo sabe. Antonio es lento y se dará cuenta en dos semanas.

Para que su noche cambie y la amargura calle es necesario levantarse del asiento, tomar un taxi y no cruzar miradas. Lo último no es bueno hacerlo en el camino a tomar el taxi, aunque es válido decir que si lo hace la noche tambien cambiaria, pero no era luna menguante.

Al final ella esta en la calle diecisiete. Yo estoy en el baño tres. Y mañana a las once pondré a Zeppelin y ella a Police

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