Desde el andén se aprecia un ensayo sobre la paciencia, pues ahí yace un tren forjado en azar que se dedica a esperar con vagones en los que está escrito con romance la palabra “limbo”. Cada coche es un instante que se carga de aquel metal difuminado, anormal…deshonesto llamado tiempo.

El maquinista llamado Destino pita el silbato mientras las vías húmedas del crepúsculo se preparan para soportar la carga. Yo entrego el billete que pagué con deferencias y vituperios, y al romperse dejo atrás una ciudad de olor azahar y naranjo. Cambio de dimensión al bajar las escaleras, mis pies se colocan sobre la nada…casi la siento. En este tren no se me hace tarde, simplemente llego desnudo.

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