Permanecía callada, acariciándose el pelo. De pié, esperándole.
El andén estaba vacío.
La había prometido que el tren sería puntual…
Jamás se le hicieron tan largos los minutos.
Las golondrinas se posaban en el banco a mordisquear los trocitos de galleta que su hijo Angel había olvidado.
Tenía cuatro años, era la primera vez que veía una estación de tren, estaba emocionado, con ojos de ilusión ,miraba a lo lejos a ver si lo veía llegar..
Quien venía era su padre António.
!Tenían tantas ganas de que llegara!
Llevaban seis mese sin verse.
De repente, el cielo se llenó de nubes, la tormenta se acercaba por el oeste.
Cayó una lluvia torrencial.
Tuvieron que refugiarse en la estación, pues no llevaban paraguas.
Su casa quedaba a unos cuatro kilómetros.
Pasaron minutos, horas. El tren no llegaba. Nada ni nadie avisó del retraso.
Anochecía. Angel tenía hambre y sueño.
Margarita se cansó de esperar.
Llorando ,cogió al niño en brazos y le dijo:-papá se olvidó de nosotros, volvemos a casa, quizás venga otro día.
Ángel se entristeció y pensó, bueno, quizás la lluvia se llevó el tren…
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