Estoy de pié inmóvil desde el andén de mi casa, esperando, mirando el cielo como es que esa nube pequeña y gris ahora es una enorme cobija que con su sombra me acaricia el rostro y el resto de mi piel; agacho la mirada para ver pasar a una dama con su sonrisa dibujada como si estuviera imaginando caminar en el paraíso mismo, en la seguridad de una lluvia de agua. Estoy inmóvil sobre el andén de mi casa con la mirada perdida por la belleza de una dama, como camina, como se vuela su cabello color castaño sobre su espalda, que contrasta con su vestido blanco y largo como si de una ángel se tratara. Hermosa mujer que sonríe y voltea su mirada hacía mi alma y que penetra con sus ojos el corazón de mi ser, hermosa dama que voltea a donde estoy parado desde el andén de su casa, y que me flecha con su mirada como la primera vez. Esa mirada tan única y especial que nos ha convertido en uno solo, y que desde el anden hemos disfrutado el amor como estar en el cielo de palabras, pues ella es un poema, es mi amor. 

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