Era la noche, desde el andén, Miguel cerró los ojos y se dijo a si mismo:… Soy Miguel Coronado e inmediatamente… ¡Sólo pienso en Borges!
Hace dos semanas que leo «El Aleph» y mi esposa empezó a darme píldoras para dormir… ¡Hasta ayer!
Esas pastillas, ya dormido, me causaban visiones oníricas recurrentes. Pesadillas donde aparecían mi esposa Angélica y mi primo Ricardo engañándome descaradamente en mi hogar. Yo los descubría y ellos me aniquilaban al estilo Borges…¡Apuñalándome en la madrugada!
Desde el andén, concibo otra realidad, gracias a las pildoritas, no terminaré de leer «El Aleph», me enterraran vivo, perfidos, hoy de madrugada.
Encriptado, afuera alcanzaré a escuchar a Angélica y Ricardo, traidores, negociando con un tal Borges… ¡Sepulturero!
Era la madrugada, desde el andén, Miguel abrió los ojos. Despertó alterado y jadeante. En casa, Angélica carraspeó, ¿inocentemente? desde su lecho, sin saber el fuego mental del Borgiano.
Casi sonámbulo Miguel Coronado corrió hacia su casa, entró a la cocina, cogió ávidamente el respectivo instrumento para el ritual Borgiano y se dijo a si mismo:… «Coronadito, es la única forma digna que tienes, para terminar de leer el Aleph».
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