Con la mano temblorosa y arrugada por el paso de los años agarrabas una maleta medio vacía. Sólo contenía una hoja de papel con una frase.
Desde el andén estando, observabas a los viajantes. Centenares de vidas que se cruzaban en un instante. En el mismo sitio en el que hace 53 años tu vida se cruzó con la de María y ya nunca más os separasteis, hasta que la maldita enfermedad te la arrebató.
Tu hija te había pedido que viajaras de nuevo, que eso siempre te había gustado, que conocieras nuevos sitios, cambiaras de ambientes y así, de paso, salieras del nido donde tanto os habías querido.
La vibración de los raíles anunciaba la llegada del tren. Te acercaste un poco más a la vía, así podrías ser el primero en subir. La megafonía anunció el tren:
– Tren sin parada por vía 1.
El tren entró en la estación a toda velocidad y con tus pocas fuerzas saltaste a la vía.
La nota de la maleta decía: “Hija, como tú me pediste he emprendido un nuevo viaje, tu madre me espera en la siguiente estación”.
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