¡Odio esos aparatos modernos! Mis hijos se empeñan en que viaje con ellos, que me vienen a buscar al pueblo. Y yo les digo que no, que no me gusta, que no quiero ir en coche. Ya soy vieja para cambiar, para adaptarme a los nuevos modos de vida.

Para moverme por el pueblo, no necesito ningún vehículo, y para viajar, yo quiero el tren. Demasiados años, demasiadas vivencias, demasiados recuerdos. Desde el andén, he visto pasar los momentos de mi vida. Los buenos y los malos. Desde allí, despedí a mi marido para ir a la guerra. ¿Cómo olvidar aquella fría madrugada?, el momento de la despedida, para ir a un destino incierto. Y el del regreso, esta vez feliz, colorido y excitante, entre las banderas, los banderines y las proclamas de la victoria. La espera, el rumor de los vecinos, fluctuando como las olas del mar según se sucedían las falsas alarmas de la aparición del lejano punto negro al final de las vías. Y los hijos, que uno tras otro los he despedido desde el andén para salir al mundo a buscarse la vida.

Si, ¡definitivamente quiero el tren!<?xml:namespace prefix = o ns = «urn:schemas-microsoft-com:office:office» />

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