Homenaje póstumo a mi esposo Horacio

Homenaje póstumo a mi esposo Horacio

Mi amado esposo ha partido… Esta vez no volverá, su alma ha recorrido un sueño que para muchos de nosotros lo ha liberado de su torturado cuerpo para hacerlo libre de todo lo terrenal; tengo la oportunidad de decirlo, escribir esto que se atraganta en nudos apretados en el cuello y las entrañas; de forma radical se transformó mi rutina… Todo el esfuerzo y la fatiga ahora son recuerdo y hay días que el cuerpo yace con desgana y cuesta restablecer el equilibrio para enderezar los rutinarios quehaceres, incluso los más banales y cotidianos como bañarse y hacer de comer.

Nada podrá ser igual jamás, quedan los recuerdos de 9 años de matrimonio y 12 de conocer al ser más enigmático que habrá en mi vida, el más alocado, enamorado y valiente ser humano que atesoro mis sentimientos, mis recuerdos y mis momentos de felicidad.

Ros, mi cuñada y yo hemos ejercitado el arte de la memoria gráfica, buscando con lujo de detalle fotografías y recuerdos de su vida para expresar y dar a conocer la dura batalla de una familia por rescaar del cáncer a un ser excepcional, pero también para alegrarnos de sus momentos de juventud, de sus experiencias de viaje y su travesía increíble por el mundo que lo conoció, apreció e incluso reconoció como incomprendido, un ser de otro nivel, cuya sabiduría de vida pocos aprendimos a valorar. Ahí está la esencia de mi amado esposo, si bien el dolor de la pérdida nos hiere lo recordamos en vida y salud.

Mi amado esposo recorrió Sudamérica, aprendió de forma ruda a abrirse paso entre los usos y costumbres de civilizaciones diferentes, padeció y vistió la pobreza de los infortunios, al caer al profundo abismo de la soledad y la enfermedad, desde donde fue rescatado por el amor de dos mujeres que lo protegieron cuando su vida nos gritó a todos que estaba ante una batalla que nadie vence.

Esas dos mujeres, su hermana Rosario y yo, hoy nos levantamos para enfrentar el recuerdo y de esta forma desahogar y describir la travesía increíble de Horacio Díaz por un mundo que pocas veces fue terso y amable en su recorrido.

Un creyente que mantuvo su fe en Dios ante todo, amaba la oración del padre nuestro y su fé inquebrantable le permitió no doblegarse ante el dolor; hasta el último momento permaneció aferrado al espíritu, alejando aquello que representa el apego a la carne, puesto su pensamiento en ese recorrido que desconocemos, donde sólo el que experimenta el último aliento puede entender.

Tuve oportunidad de charlar con tío Pepe, experimentado cancerologo que asombrado nos comento a mi cuñada y a mi: «Contra todo pronóstico Horacio vivió mucho más tiempo del que habitualmente logra una persona con melanoma; fue muy afortunado de contar con ustedes»

Los médicos vieron en él a un sobreviviente, vivió, bailo, se deleitó tomando café y disfrutando chocolates, alejándose de aquello que no fuera paz en su alma.

Bien dicen que la felicidad que se proporciona a un enfermo, logra milagros que la medicina más moderna no ha conseguido; sabíamos lo que enfrentamos y decidimos con energía darle confort, paz, momentos de bienestar físico, mimos y detalles que prolongaron su vida, aunque a la larga para nosotras el tiempo vivido siempre fue demasiado corto, jamás nos pudimos apegar a la estadística que alude a la espada de Damocles que pende sobre el enfermo y sus familiares, anunciando un peligro inminente del que nadie escapa.

Su enorme parecido con Jesús y su desapego a lo material, para Ros y quien ahora escribe, nos hizo llegar a pensar en él como un enviado que nos enseñó a discernir el valor de la vida con su espiritualidad.

El amor de su hermana Rosario, desde la infancia fue incondicional, en la enfermedad no se doblegó, preocupada por el bienestar de su querido hermano tocado por el cáncer, hizo desaparecer cualquier roce y nos unió para compartir oraciones y ruegos, desvelos y angustias, preocupaciones y desesperanzas; su enfermedad nos solidarizó en aquello que estuviera en nuestras manos, fuerza y capacidad para encontrar en las redes sociales y el consejo de los médicos aquello que nos ayudará a sobrellevar esta batalla sin herramientas suficientes para limitar su avance.

Ahora lo imaginamos sereno, contemplando un universo de paz y eterna tranquilidad donde el espíritu de Dios es la fuerza que rige sus días, sin tiempo, ni espacio… Sin dolor.

Lo más admirable que marcó nuestras vidas fue ese ejemplo que nos dio en su lecho de muerte; aquel deportista que caminaba, corría y todo lo podía, con su inquebrantable fe, espero en su agonía partir en paz, dejándonos el testimonio de amor de quien ante el más degradante dolor, musitó el padre nuestro.

Ese hombre amado, cambio mi vida para siempre, Posiblemente fue un ángel de Dios, mi negrito adorado, por siempre será recordado por el amor de su hermana y el mío.

En su adolescencia fue un monje perseguido por su fe, aferrado a valores cristianos renunciando a todo convencionalismo que la sociedad le impusiera, con una mochila cruzó varios países peregrinando por conventos donde incentivó su fe.

Su vida giró bruscamente, pensamos que Dios colocó en sus mente un propósito y al llegar a México y ser querido en tierra lejana, reconoció que es difícil ser profeta en su propia tierra, se convirtió para nosotros en un ejemplo de alegría, gozo y amor. Quienes lo conocimos ya no somos los mismos.

Gracias Dios mio por permitirme conocer un pedacito de ti, en mi amado negrito, mi amorcito. Te has llevado una parte de mi y dejaste en mí, una parte de él, guardo en mi corazón con celo sus recuerdos más preciados, cual tesoros, hasta que tú nos reúnas por siempre en eterna luz.

Dios, gracias por prestarme a ese ser maravilloso, yo te lo entrego para que vuele alto como las águilas, como los seres de luz, al infinito.

Rosario, gracias por colaborar en ésta obra, bendiciones hermanita.

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