Estación de partida: Valencia 1951.
Poco mas de una década de posguerra. El periodo mas difícil de una dictadura, que habría de durar 40 años.
El país se recupera lentamente, muy lentamente. Es una época en blanco y negro. Época de cartillas de racionamiento, de estraperlo, de cortes de luz, de hablar poco y según que cosas, de no fiarse de nadie.
España sigue siendo un país rural, con escasa industria y unos servicios incipientes. En las grandes ciudades conviven los anticuados automóviles, los vetustos tranvías, con los carros que vienen del campo para traer a los mercados los productos de temporada. Las emisoras de radio no informan, se limitan a poner coplas de las tonadilleras de moda, a emitir interminables y lacrimógenos seriales, y sobre todo a pregonar las bondades del nuevo regimen a golpe de himno nacional, del angelus al medio día, y por supuesto de futbol, de mucho futbol. Los que tienen la suerte de que les sobre dinero para ir al cine, antes de ver la película (debidamente censurada) deben tragarse el Nodo, noticiario que es una oda a las bondades del Movimiento Nacional. Movimiento Nacional siempre con mayúsculas y contemplado con fervoroso respeto.
En la calle la gente de a pie sobrevive mejor o peor. Los que lo hacen mejor son los funcionarios escogidos, sobre todo, por su inquebrantable adhesión a los principios del Movimiento. Pero entre los funcionarios también hay clases. Los maestros por ejemplo, las pasan canutas, de ahí la frase: » Pasas mas hambre que un maestro de escuela.» Gran parte del queso y la leche que mandan los americanos para repartirlo en las escuelas, acaban en las despensas de los famélicos docentes.
Las calles están animadas. Por lo menos pasear no está prohibido. Se ven estampas de indudable tipismo: El afilador, con su artilugio de madera que porta una muela accionada a pedal, el cartero con su
enorme cartera de cuero en bandolera repleta de cartas, los limpiabotas con su típica caja y su minúscula banqueta. Y también personajes curiosos: Un señor muy circunspecto impecablemente ataviado con su traje de domingo, que porta un periódico plegado con el que sostiene un ramo de perejil, y que acude a todos los entierros de las esquelas que se publican. Un gitano renegrido que se pasea dando besos a un puñado de postales de
actrices famosas. O una chica que siempre sale vestida de novia, y de la que se dice que la dejó el novio plantada en el altar.
Parada a mitad de trayecto.
Empieza una época de cierto despegue. Aparece una especie de clase media, de esa que empieza a comprar a plazos los primeros electrodomésticos que empiezan a llegar al mercado: neveras, lavadoras, televisores… Lo de los televisores presenta una curiosidad: en los establecimientos donde se venden, encienden uno de los que tienen en exposición cuando hay corridas de toros y partidos de futbol, formándose grandes corrillos frente al escaparate. También existe una modalidad de compra, y es amortizando el aparato a duro la hora de emisión. Lo tienes en casa y si no echas la monedita se apaga automáticamente. Pero el máximo anhelo de esta época es el coche. Empieza a fabricarse un pequeño utilitario: El seat 600. Se fabrican en función de la demanda, y tienes que esperar varios meses para que te lo entreguen. La gente empieza a salir con su cochecito a la playa o al campo, con sus pequeñas mesitas y sus fiambreras. Va toda la familia: los padres, los niños y hasta los abuelos. Parece que el coche es de goma, pero no lo es, y a pesar de eso caben todos. También es cierto que hay que hacer alguna que otra parada para que se enfríe el motor.
La vivienda
es otro de los anhelos de la clase trabajadora. Se empiezan a construir grupos de viviendas de promoción pública, que empiezan a adjudicarse con grandísimas facilidades, empezando por supuesto por el funcionariado.
Y continua el viaje en el tiempo con Semanas Santas vestidas de morado y de silencio. La iglesia y el estado no están separadas, mas bien forman un matrimonio indisoluble, de intereses comunes y de complicidades culpables. Es tiempo de iniciar las primeras obras públicas. Se construyen pantanos, muchos pantanos, y carreteras. Se construyen también fortunas a la par. ¿ Mordidas al erario público ? Que mal pensados, en un regimen de una moralidad sin mácula eso es imposible. Saldría en los periódicos, y todo.
-Libertad, libertad, sin ira libertad… -Se canta.
Franco es historia. Hay que construir una nueva. Y poco a poco se construye. Las viejas cortes se hacen el harakiri. Se legalizan los partidos políticos. Se convocan las primeras elecciones para elegir una Cámara constituyente. El pueblo refrenda en 1978 la nueva Constitución. A la recién nacida se le augura una vida corta. Está todo cogido con alfileres, y los próximos años van a ser difíciles. El tema de los nacionalismos no está resuelto, y los terroristas no cesan en su lucha contra la incipiente democracia, igual que lo habían hecho contra la dictadura.
Estación término.
Han pasado 40 años y aquella Constitución sigue viva. Empieza a tener sus achaques, pero ahí está. España es hoy un país moderno. ¿Problemas? Todos. Porque todos se saben, o casi todos. ¿Seguro? Hay quién piensa que se sabe lo que interesa que se sepa. Pero por lo menos se sabe mas que hace 40 años. Los nacionalismos se han vuelto un problema endémico. Problema que va por barrios, naturalmente. Por lo menos ya no hay terrorismo domestico. Hoy todo, incluso el mal, es global.
Valencia, la ciudad de partida, es hoy una ciudad moderna, dinámica. Una ciudad para vivirla. Se trata de eso, de vivir, de saborear experiencias. Las de antes, las hemos sobrevivido. Menos mal.
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