Durante meses, mi marido insistía en comprar un ordenador para la buena administración de la casa.
Ante mi animadversión a la tecnología moderna, siempre le respondía con una negativa.
Ya accedí al teléfono móvil, por aquello de si tienes alguna incidencia en la carretera. Me sorprendí al comprobar lo cierto de ese refrán castellano que dice, «no digas nunca de éste agua no beberé».
Está claro que si no avanzas con el tiempo te quedas obsoleta. Accedí a introducir la tecnología en casa.
Ya no puedo vivir sin mi ordenador. Cada día leo mi correo, aprovecho las redes sociales para saludar a gente que hacía años no sabía nada de sus vidas.
Se cuelgan cartelitos con directas e indirectas para que alguien se dé por aludido. Se aprenden muchas cosas por internet.
Todo eso está muy bién, pero estaría mejor si no olvidáramos algo muy importante y necesario como la comunicación oral.
Recuerdo, no hace mucho tiempo, que en las navidades felicitaba a hermanos y amigos con tarjetas incluso hechas por mi, las metía en su sobre y las pegaba su correspondiente sello, para echarlas al buzón.
Ahora en cambio, felicito a todos los amigos con un solo clik en el facebook, y a la familia por whatssap con la siguiente coletilla. «No llamo a nadie, feliz navidad a todos».
Este año en la mesa, reinaba el último modelo de móvil, las más sofisticadas tablas electrónicas.
El dios tecnología, ha sustituido, a la humilde pandereta, los mensajes, a los villancicos, etc, etc.
Lo que tengo muy claro y no admito y por eso mismo he rechazado el regalo que me han dejado los reyes magos.
Saben desde hace ya mucho tiempo, que me gusta leer y escribir. yo sé, que lo han hecho con muy buena intención al dejarme un libro electrónico.
Queridos reyes magos, os agradezco igualmente el detalle, pero deseo deciros que disfruto muchísimo con un libro en mis manos, acariciando cada hoja, oliéndola, mirando cada detalle de la portada y contraportada que alguien diseñó…
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