Todo comenzó justo antes de venir a Madrid. Hasta entonces trabajaba en una pequeña empresa en Ciudad Real, pero necesitaba un cambio en mi vida y nada mejor que cambiar de ciudad para comenzar de nuevo, o al menos eso creía entonces.

Me despedía de mis compañeros de trabajo, con los que tantos buenos momentos había pasado. Acudimos a un restaurante japonés que había abierto hace poco y al venir el camarero, nos entregó una tablet con la que podíamos realizar los pedidos, llamar al camarero, pedir la cuenta e incluso escribir una carta de reclamación. Aunque al principio me pareció sorprendente, al poco tiempo me di cuenta que era algo que tenía que llegar tarde o temprano, la tecnología instalada en cada momento de nuestras vidas.

Uno de mis compañeros me comentó que gracias a un aparato como aquel había conocido a su actual pareja. ¿Era la dependienta que te lo vendió? ¿Cómo puedes conocer a alguien a través de una tablet? Yo no estoy muy puesta en tecnología, así que no podía ni imaginar que hubiera una aplicación destinada a encontrar pareja.

Admito que al principio estaba reticente respecto a los resultados tan satisfactorios que esa aplicación proporcionaba. Pero tengo que decir que una vez terminó de contarlo me entraron unas ganas enormes de llegar a mi casa para probar semejante descubrimiento.

La aplicación se llamaba Smart-cupido y era una mezcla de Brain Training de la nintendo DS, preguntas de selección de personal y las redes sociales twitter, linkedin y facebook, todo a la vez. Podías encontrar a tu media naranja con sólo realizar unas pruebas preliminares y a partir de ahí podías comunicarte con tu posibles pareja, ver las puntuaciones y comentarios que anteriores parejas le habían adjudicado, realizar una cita virtual como si de un videojuego se tratara…y todo con una probabilidad altísima de encontrar a tu pareja ideal.

Al terminar las pruebas iniciales, la aplicación te decía el número de posibles pretendientes en la zona que tú pusieras y si no indicabas ningún lugar, te listaba una serie de personas ordenadas de mayor a menor afinidad y su lugar de residencia. Esta segunda opción me resultó más interesante, así que la seleccioné. Cual sería mi sorpresa al ver que la primera persona de la lista era un chico de mi misma ciudad.

Accedí a realizar la cita virtual después de haber mirado su historial amoroso en formato linkedin y empezamos a conocernos. Comentamos viajes que habíamos realizado, puse como favoritas unas cuantas fotos suyas y compartí algunas mías. Descubrimos muchas afinidades que teníamos gracias a los grupos que previamente habíamos seleccionado y al cabo de un rato me di cuenta que a esa persona ya la conocía.

En la misma cena donde mi compañero habló de la aplicación se encontraba otro chico de mi empresa con el que me llevaba muy bien, pero nunca intentamos ser algo más que amigos. A él le intrigó también la aplicación de encontrar pareja, así que cuando llegó a su casa comenzó a usar la aplicación de la que tanto se había hablado. Al buscar a la persona con más afinidad también se encontró conmigo. Y el resto es historia.

Al final empecé de nuevo no al cambiar de ciudad, como me imaginaba al principio, sino al cambiar de mentalidad y abrirme al mundo tecnológico.

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