Hay períodos en la vida que son de aprendizaje forzado . Muchas veces difíciles porque no lo hemos decidido del todo nosotros mismos, o por lo menos, es eso lo que creemos.

Al aterrizar sentí mariposas en el estómago y tuve como un escalofrío en el cuerpo, posiblemente debido a las largas horas de vuelo que habíamos tenido. ¡ Qué agradable temperatura, 25 grados C y recién eran las 6.30 de la mañana! Recogimos nuestras maletas y nos esperaba un coche para llevarnos a nuestro destino.

– Hmm …¡ Qué agradable olor a naturaleza, a tierra recién regada y qué verde!
Las jacarandas enfilaban la avenida William Nicol Dr con su colorido y fuerte aroma. Las palmeras, la adornaban dándole un toque de majestuosidad .
De vez en cuando se apreciaba una acacia, agraciando aún más el lugar.

Al llegar a nuestro acogedor Cottage, salieron a nuestro encuentro nuestros anfitriones Mary y George con Mr Smith y Sabine. Nos saludaron de manera cordial y nos condujeron a nuestras habitaciones.

Despertamos súbitamente a las 3 de la madrugada .

¡Un avión ha caído en las cercanías!- grité aún sin despertar del todo.

– Has estado soñando, escuché a mi marido decir acariciándome la mejilla, es sólo una tormenta. Recién entonces me dí cuenta que no estabamos en casa y que nuestro hotel tenía techo de totora. No pude conciliar el sueño hasta un par de horas más tarde, me sentía intranquila con los truenos y relámpagos e imaginaba que a causa de los rayos era posible que hubiera un incendio en ese tipo de construcciones. De nuevo, me recorrió un escalofrío por todo el cuerpo.

Llegaron nuestros hijos a nuestro cuarto y bajamos a desayunar. En el comedor nos esperaba un exótico desayuno con frutas típicas de la temporada .
El garzón, un jóven de unos 20 años, nos atendió muy atento, pese a que fuímos los últimos en llegar. Luego nos pasaron a recoger para irnos de excusión por la ciudad y sus alrededores.

Al tercer día de nuestra estada en la ciudad ya habíamos recorrido algunos lugares interesantes como Lion Park y Soweto. Estuvimos visitando algunos museos y Montecasino, un lugar muy peculiar, prototipo de una ciudad italiana con restaurantes de distintas nacionalidades , casino y un centro comercial. Con cines, bares y «nigth clubs». Me sorprendió el control de seguridad al ingresar allí. Nos fuímos de safari a un parque bastante cercano y que incluía «The big five». No podíamos dejar de ir a Sun City, que como bien la describen los sudáfricanos es el mundo dentro de una ciudad. Un lugar que ofrece atracciones turísticas en general.

Mientras pasábamos estos días de vacaciones y reconocimiento del lugar y compartíamos con gente muy agradable que vivía allí, sentía en momentos una sensación bastante desagradable, pero no podía precisar lo que era exactamente.

Al cabo de dos semanas de vacaciones, regresamos a casa los chicos y yo. Nuestras vacaciones terminaban y mi marido se quedaría por trabajo, diez días más. A fines de julio, volveríamos y nos quedaríamos a vivir allí por un par de años. Lo habíamos pensado y conversado en familia de forma concienzuda y la decisión había sido unánime!

Los chicos estaban con sus actividades vacacionales, compartiendo con sus amigos y estábamos en compañía de mis padres que pasaban unos días de vacaciones en nuestra cabaña. ¡ Era un verano europeo maravilloso! Con mi madre aprovechábamos de organizar al máximo lo que necesitaríamos para nuestro traslado. Ella sabía mejor que nadie que yo estaba pasando por un momento complejo en cuanto a lo laboral y emocional. Y se preguntaba si esto del traslado nos favorecería o sería peor. Llegamos a la conclusión de que de todas maneras sería positivo, un aprendizaje grandioso para los niños y para el núcleo familiar. ¡ Era una oportunidad estupenda para crecer y acercarnos!

Hacía días que no sentía esas oleadas de preocupación que me asaltaban el último tiempo. Estaba entusiasmadísima informándome de qué lugar sería el mejor para irnos a vivir. Con mi marido hablábamos prácticamente a diario y algunos días más de una vez.

– Estoy muy atrasada,¡ no he podido pegar ojo anoche! le dije a mis padres al desayuno, mientras tostaba una rebanada de pan y me servía café.

Algunas vacunas por averigüar y papeleos del colegio estaban programadas ese día. Cuando me disponía a subir al auto, recibí una llamada de la oficina de mi marido. Era para decirme que su vuelo de esa noche había sido cancelado y que el próximo saldría dos días más tarde de lo planeado. El llamaría más tarde.
¿Vuelo cancelado para dos días más?, me pregunté…bueno, eso me dará más tiempo para alcanzar a hacer parte de los trámites que era posible hacer antes de su llegada.

– Mamá, acabo de recibir folletos de sitios posibles en donde vivir. Mira…¿que te parecen? Forways Garden y este de Bryanston,…. Sandton, … Deinfern.

El día de la llegada de mi marido y cuando me disponía a irlo a recoger al aeropuerto mi padre se acercó y con un tono pausado y bajo me dijo, te acompañaré yo al aeropuerto.

– No, no es necesario, Andrés quiere ir conmigo a recoger a su papá , le dije en un tono alegre y un poco acelerado a la vez.

– Tu marido me ha pedido que te acompañe y que no vayan los chicos, confesó, ….ya te cuento en el camino.

-¿Qué ha pasado por el amor de Dios? Cabeza vendada, ojos amoratados cubiertos con unos gafas de sol , una pierna enyesada , muletas y el brazo derecho colgado con una venda al cuello, caminando con dificultad. Así ví a mi marido al aterrizar.

Este fue el comienzo de un largo, díficil, muchas veces penoso pero enriquecedor viaje al interior de mí misma. Un viaje en el que se me había advertido en diversas ocasiones de que ocurriría y en el que no estaba segura de que quería ser participe.

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