www.cosicas+sacras.amén (así, con acento y todo)

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Todo empezó hace quince años. Ella se llamaba María, ella me gustaba… y mucho. Pasé la típica tarde dominical que mezcla un granizado de ligera depresión por el lunes laboral que se aproximaba, y un refresco que chispea en el estómago momentos antes de esa primera cita formal. Sí, fuimos al cine, cita original y perfumada hasta la saciedad. Vimos una de esas películas profundas que trataban de forma metafísica las contradicciones y desavenencias entre la religión, las creencias y la tecnología. Después de tantos años confieso ante Dios o ante Einstein que no recuerdo el título de la película, pero eso sí, recuerdo su sonrisa esperándome bajo el cartel de la otra peli a estrenar la semana siguiente mientras yo compraba palomitas en recepción.

Salí meditando, noqueado, no por la historia que habíamos visto sino por sus argumentos, los argumentos de María, dejándome bien claro que la tecnología y la religión tienen vidas paralelas, no juegan la misma liga. Que la fe es abierta, ilimitada, incolora, es la certeza de lo que se espera, aunque no se pueda ver. Y la tecnología, aunque también ilimitada, siempre estará sujeta a normas físicas y matemáticas, no admite libres interpretaciones.

-¡La tecnología no es sinónimo de avance de un país!, porque el epicentro de todo, de la vida, de la verdad, de la individualidad y la colectividad está aquí (señalándose efusivamente su corazón una y otra vez) en nosotros mismos, en nuestras creencias y en nuestra fe.- Me sorprendieron sus palabras, hablándome como si fuese un entendido en la materia, cuando en realidad siempre he sido un tipo nivel avanzado en nada, y nivel usuario en todo. Lo único que entendí fue su bonita y blanca sonrisa final.

Dimos un paseo en aquella tarde invernal que invitaba a ocultar mis manos en los bolsillos de mi abrigo… o del suyo, e iba percibiendo que María intentaba meterme en mi cabeza sus creencias. Con sus palabras me lanzaba mensajes y faros intermitentes que evidenciaban sus claras convicciones religiosas y su oposición a que la tecnología hubiese ganado terreno a la fe. A que la gente creyera más en el dogma y postulados de internet que en los de la biblia.

-¿A mí?, ¿todo eso… justamente a mí? Que ni creía en la religión ni en la tecnología, que considero lunáticos a los blogueros y a los científicos los veo lejos en su luna, que lo mismo me daba leer «Crónicas y necesidades de formación para los medios digitales» que «Crónicas del Salmo y del Pentecostés»… entre otras cosas porque esos libros los hubiera utilizado para ajustar las patas de la mesa de mi salón, o de mi cama.

Yo sólo creía en su mirada, en su sonrisa…

Pero, paradójicamente, después de quince años, justo en este momento en el que estoy escribiendo, lo hago desde mi despacho casero que da a un almacén donde imparto mis pequeños sermones y doctrinas. Sí, soy un charlatán solitario de cabellos teñidos de negro, lacios, largos, grasientos y peinados hacia atrás. Incluso tengo mi web www.cosicas+sacras.amén.

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Sí, sentí la llamada de la fe, y por ella (y gracias a ella) vivo, y no demasiado mal. Ya veis que no es tan antinatural compaginar religión con tecnología, ¡todos lo hacen! Y me da igual mezclar cristianismo y budismo con naves extraterrestres… ¿Acaso no vivimos en este mundo global donde todo cabe? … Naves extraterrestres con su desafiante tecnología que espero un día me lleven a su planeta para ver a Elvis… pero especialmente para volver a reunirme con María.

Ella se llamaba María… ella me gustaba… ella y sus tardes de cine que no he podido olvidar.

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