AROMATERAPIA

AROMATERAPIA

Deni VO

04/06/2017

Tardé media hora en llegar a la residencia. Había sido cobarde durante mucho tiempo. ¿Por qué no había ido a ver a mi padre más a menudo? ¿Quién soy yo para apartarlo de mi rutina y así esperar que el día en que se vaya no echarle tanto de menos? ¿Eso no es lo mismo que matarle en vida? Aquella mañana decidí que lo visitaría más a menudo.

Casi me arrepentí ante la escalera de catorce peldaños que me separaba de la entrada principal. Esperé unos segundos, respiré hondo y entré en el edificio de la mano de la aprensión. Me dirigí al gran salón, donde solían permanecer los pacientes.

Estaba sentado junto al gran ventanal que inundaba de luz la sala, tranquilo, arropado por una manta de cuadros azules y rojos, que evocaba cierto aire hogareño. Acerqué una silla y me senté junto a él. Contemplé durante unos instantes su rostro: el mapa físico de los sentimientos de toda una vida, arrugas que se habían labrado durante años con la azada de la alegría, la tristeza, la preocupación y la ternura.Ahora quizá suavizadas con el bálsamo del olvido y la ausencia.

― Papá, estoy aquí―. Rocé su cara para que notara mi presencia.

No contestó. Busqué sus ojos y navegué en ellos deseando hallar restos del antiguo profesor. Me miró largamente. No pude evitar pensar que teníamos mucho en común: ninguno nos reconocíamos en el otro. Me pareció percibir un atisbo de lucidez cuando comenzó a hablar:

« ¿Te has parado a pensar a qué huele la vida? Creo que la vida huele a recuerdos. Los olores nos evocan el pasado y en el futuro nos acercarán recuerdos del presente. Hoy nos han regalado un trocito de vida ¿Sabes? Nos han dado a oler varias cosas y todas me recordaban a ti. Al oler el café he añorado las mañanas en las que leía el periódico, acompañado de mi taza humeante, y tú aparecías por la cocina con la carita de recién levantada y con una espléndida sonrisa me decías: « ¿A que hoy no hay cole? ¿Puedo estar contigo todo el día? Anda, anda…dime que sí» De sobra sabías que no había colegio, porque solo leía el periódico los sábados, pero te encantaba oírmelo decir para quedarte tranquila. Te sentabas de un salto en mis rodillas mientras enroscabas tus brazos alrededor de mi cuello y me besabas con efusividad―No necesito ningún estímulo para recordar el olor de tus besos que olían a miel―. Me han acercado cebolla y allí estabas tú, sentada en la encimera de la cocina mirando sin pestañear cómo preparaba la comida, echando cada nuevo ingrediente con tus manitas. El olor del jabón te ha traído con el pelo recién cepillado, con el vestido blanco de margaritas, con los zapatos azules y el bolso de mimbre. ¿Qué es la vida sino presente, pasado y futuro? y ¿A qué huele el amor, María? El amor huele a café, a cebolla y a jabón.»


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