La luz se apagó, ya no queda ninguna salida. Creía que estaba viva hasta el momento en que intenté respirar. Ya no sé quién soy, estoy perdida. Pasó cada día asfixiándome en mi pasado y temiéndole a mi presente. Todos a mi alrededor tienen algo; amor, compañía, un camino. Y yo apenas puedo asegurar que no estoy muerta, no viva, pero tampoco muerta.

Crecí creyendo que alguien me salvaría en algún momento, en el peor de los tiempos. Pero las cosas no son así, y nadie llegó. Sobreviví creyendo en la esperanza, la esperanza de ser encontrada, de ser vista, de no ser olvidada.

El miedo más penetrante y asfixiante que recuerdo, tal vez el único. El olvido. Ver la vida pasar desde arriba, como un triste fantasma atrapado entre dos mundos, dos historias, tratando de mantenerse apegado a la idea de que aún queda algo para él allá abajo, sin darse cuenta de que ya ha sido olvidado, y de que ahora es un húmedo recuerdo enterrado y que es continuamente arrastrado por el aire. Ser olvidado, es ver como personas por las que sonreías en los peores momentos, siguen adelante, y se alejan cada vez más de ti. Y estás feliz por ellos porque sabes que también son felices, pero en el fondo, una parte de ti muere, porque sabes que jamás podrás tenerlos de nuevo. Ya nunca podrás verlo sonreír, ni ocultar tu dolor más profundo para no preocuparlo. No volverás a sentir la calidez de su mano, no volverás a escuchar su voz, y con el paso del tiempo, solo recordaras el suave tacto de sus manos cuando te abrazaba para tranquilizarte.

En tan solo unos minutos, todo lo que te hacía ser quien eras, se vuelve un enorme abismo sin fondo en el que caerás, y que cada segundo que pase, te recordará lo que fuiste, lo que tuviste, y lo que perdiste. Y seguirás viendo desde lejos, como has desaparecido, y como las historias que viviste con él, se vuelve un consuelo. Un sueño proveniente del más profundo corazón y de tu más doliente lágrima.

Un recuerdo por el que llorarás cada noche, y gritarás desesperada para que alguien que jamás llegará te salve. Pero aveces así es. Y una vez que ya no te queden más lágrimas, el dolor pasará a tu corazón, en donde tendrás que decidir entre vivir bajo el más doloroso sufrimiento, o morir y aceptar que has sido olvidada. Aceptar que lo has perdido todo.

Así que si alguna vez llega alguien a sentirse como yo, oculta tu dolor con una valiente sonrisa, y trata de hacer que esa persona recuerde al menos una parte de ti y de lo que fuiste. O estarás oficialmente muerta.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS