Unos lo llaman perspectiva, otros visualización, pero todos, en el fondo, se refieren al mismo concepto. El adjetivo.
Ver las cosas desde otro punto de vista es una alegoría, una forma de adjetivar la realidad. Visualizar aquello que se desea es el uso de la metáfora para quienes ni conocen a ésta. Platón nos emplazó a acercarnos a quienes son mejores que nosotros. Sócrates advirtió que la sabiduría está en reconocer la propia ignorancia, y Aristóteles replicó que el ignorante afirma, pero el sabio reflexiona y duda.
Imitar no es copiar, es aprender de quien sabe más que uno mismo y trasladar ese conocimiento al propio interior. Leer y estudiar a otros no es peor que descubrir, es una herramienta para analizar y desmenuzar el contenido de cada autor y posteriormente aplicarlo en nuestro contexto debidamente reflexionado.
El hombre debería ser menos hombre y más filósofo, menos fuerte y más reflexivo. Así acabarían las guerras, el hambre, la violencia y la desigualdad que, durante siglos, han gobernado el mundo y señalado nuestro destino. El ego individual crece cuando cría más egos y éstos le siguen respetando y acatando la voluntad del primero.
El destino nos revela sus secretos a diario, estemos o no preparados para sufrirlos. Son pruebas, dicen algunos, enseñanzas, afirman otros. El secreto tal vez esté en ir fortaleciéndose y creciendo con cada una, con cada día que pasa. Si no todo está visto, poco queda por ver cuando las obras que hoy dicen descubrir en realidad no hacen más que redescubrir a quienes pensaron lo que ahora tratan de vendernos como nuevo pensamiento. Las clases sociales que han existido desde los principios que se conocen de la humanidad, seguirán rigiendo el mundo y dejando a unos a un segundo plano en sus vidas y en la historia. Seguiremos buscando la igualdad entre los seres vivos, aunque ésta, probablemente, no sea posible mientras no se difunda y extienda el poder del adjetivo. Mientras no seamos capaces de usar el verbo para decir mejor las cosas y mientras sigamos perdiendo el poder de la palabra a favor del grito. La decadencia humana seguirá avanzando de forma paralela a la de la lengua que hasta aquí nos ha traído.
Se puede y debe llamar a las cosas por su nombre, pero es la capacidad que cada uno tenga para usar el adjetivo adecuado, la que marcará su destino ya que éste es el que define si aquello que vivimos es o no lo que esperamos vivir.
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