Paisaje después de la pandemia

Al final los humanos lo habían conseguido. En su carrera por la autoaniquilación habían creado un arma biológica. Su orgullo les hizo creer que tendrían el virus siempre bajo llave, pero se les escapó accidentalmente de las manos y se expandió por un mercado. Semanas después, unas pocas personas contagiaban a muchas otras. La epidemia se convirtió en pandemia mundial y los humanos se confinaron en casa. Pero todos fueron falleciendo por fallo multiorgánico.

A medida que esto sucedía, las ciudades y pueblos quedaban vacíos. La vegetación se adueñaba de las calles, colonizaba las terrazas y los resquicios de los edificios. Severas grietas se abrían en el asfalto por donde raíces indefinidas luchaban por salir y poder beneficiarse de los rayos solares y la lluvia. Querían recuperar siglos de negación de su existencia por obra de los humanos, en su afán por segar u ocultar aquella vegetación que consideraban expansiva, salvaje, excepto las plantas y las flores.

Paralelamente, hacían su aparición los animales salvajes. Ante la ausencia de la presencia humana, las aves y los mamíferos de los bosques se atrevían a entrar en las urbes, y mezclarse con los animales domésticos que ya habían dejado de ser mascotas privilegiadas y tenían que competir con los asilvestrados si querían sobrevivir.

Pasaron los años y los habitáculos humanos se iban deconstruyendo. Las malas hierbas se adueñaban de las grietas, los roedores examinaban alguna calavera de los antiguos moradores, la lluvia agujereaba techos de forma inmisericorde, las fachadas de construcciones baratas se desmoronaban y se convertían en polvo de cemento.

El reino animal y vegetal, que había precedido al humano miles de años antes, recuperó su espacio vital, que fue repoblando las ruinas de portland que, en casi un siglo, quedaron sepultadas bajo la arena, tierra y vegetación.

Sólo una construcción de hormigón y acero había quedado en pie, ahora colonizada por la hiedra. Un antiguo laboratorio donde se habían llevado a cabo experimentos bioquímicos. Letales.