El camino del subconsciente.

Me encontraba una vez más dando tumbos por las lagunas de mi mente. Perdida entre el entresijo de ideas, opciones, y expectativas inconclusas. Un enredo que mi mente no estaba dispuesta a soportar por más tiempo. No obstante, por primera vez en mi vida mantenía cierta (aunque resultara ser solo en apariencia) calma, y la tarea de escoger un nuevo camino en mi vida no me presionaba contra los pliegues de mi mente. Ya fuera porque me había dado cuenta de que nada es para siempre, de que ninguna elección por definitiva que parezca es inamovible, o por la sencilla razón de que estaba demasiado cansada y emocionada al mismo tiempo por todo lo que aún estuviera por venir. Por primera vez, no estaba asustada. Todo lo contrario. Me sentía en una realidad ilusoria de paz, emoción y satisfacción por haber puesto fin a una etapa. No por el cese de esa etapa en sí misma, si no por la perspectiva de una dimensión mucho más feliz y certera que ninguna otra cosa podría reportarme. Solo el esbozo de esa realidad me procesaba una gran felicidad, y la sensación de que por fin encontraría aquello que llevaba buscando ocultamente. Aquella idea, aquel concepto, que algún tiempo atrás germinó como una pequeña semilla cuya esperanza de vida es vapuleada por una fuerza superior evolutiva, cambiante, que no procesa ninguna razón lógica, ni atiende a control alguno, era todo lo que ocupaba mi mente. El concepto más real de todos. Aquel que se encuentra en los rincones más profundos de la mente, y sin embargo, es portador de una luz sin igual que ilumina las cavidades del subconsciente y lucha por salir al exterior en un reflejo de quien realmente eres.

Tú.