El problema de la felicidad es que la felicidad es un problema.

El problema de la felicidad es que la felicidad es un problema.

Melina Argutti

04/06/2017

¿Qué es la felicidad?

No sé bien como responder a esta pregunta, me la he formulado y reformulado tantas veces que, me pierdo en un abismo de palabras y sin razones.

Tomo una palabra de acá, otra de allá e introduzco una vuelta más al espiral de preguntas filosóficas sin responder. ¿Será ese el problema de todos los problemas?, EL PROBLEMA de siempre? Me parece que sí.

Es, que, esto de andar poniéndole nombre a las cosas, esta necesidad eminentemente humana de designar a las cosas con una etiqueta, una palabra, un nombres, de ubicarlas detrás de alguna idea tan poco contrastable con la realidad ha sido desde siempre un problema, o al menos mi problema.

Es que muchas veces pienso “detrás de qué adraríamos los seres humanos si nunca la palabra felicidad hubiera rozado nuestros labios”… y en ese instante de certeza de existencia… me cuestiono, quizás, pudimos haber sido más felices si la felicidad no se hubiera inventado.

Me refiero a la palabra felicidad que deviene, etimológicamente, del adjetivo feliz del latín felix, felicis ‘fértil, fecundo’ (aplicado también a tierras y a árboles) en principio voz femenina: La felicidad y para denotar Feliz el latín tenía tres adjetivos: fortunatus (“colmado de suerte”); beatus (“colmado de bienes” ) y fénix (“beneficiado por la fertilidad”) de fecundo, colmado, beneficiado… realizado.

Y esta pregunta tan fundamental que viene a acompañar el desarrollo de la filosofía desde la antigua grecia y que ha sido pensada como “autorrealización”, “autosuficiencia” y “placer sin sufrimiento” parece ser una de esas cuestiones que nunca, ningún ser humano ha de poder experimentar, por lo tanto, ningún hombre ha de poder realizarse como tal.

¿Es posible un estado de ánimo feliz sin una pizca de sufrimiento?, ¿puede el ser humano hoy en día ser feliz sin asustarse por los tiempos de incertidumbres que vienen?. ¿Puede el ser humano ser feliz sin sentirse turbado por esa cuota de egoísmo que la cultura puso a nuestras espaldas cuando la plenitud parece rozar sus sentidos?, ¿puede ser, que exista un ser que deje de necesitar del otro para realizarse?…

Son tantas las preguntas, son tan pocas las respuestas que satisfagan mi sed de certezas, que, una vez más, el fantasma de lo filosófico en mi vida me conduce contradictoriamente a lo pretendido ¿Infelicidad?….

Quizás sea más verdad para mí esto de que andar filosofando me entristece un poco el alma, me nubla un poco el sentir… siento… ¿pero qué es la que siento?, prefiero describir que prescribir con recetas, digo, que hoy tengo contenta el alma, ahora, en este instante en el que respiro y vivo, que las mariposas revolotean en mi estomago y que… y acá estoy otra vez, prescribiendo, construyendo con palabras mi existencia, luego ya no me queda nada.

La verdad de las verdades, he dejado de estar tan de acuerdo con Descartes, pues ya el pensar no me da la existencia, ya el dudar no me lleva a ninguna certeza, pues de tanto andar pensando me he vuelto un filosofo, voy desnaturalizando lo que me han dicho que era obvio y de repente nada me va quedando… ya no tengo como meta a la felicidad, ya no más pregunta, ya no más racionalidad.

A mi mente, como en absurda procesión, de un punto al mismo punto, como en una “senda perdida” me invaden las palabras, el pensamiento. De repente, ahora que lo pienso vienen a morar en mi, las palabras de Heidegger que se imprimen con claridad en mi razón, este es el caminos que no llevan a ninguna parte, este es mi instante de sin razón de la reflexión.

Y entonces dudo de la gran importancia atribuida a los interrogantes desde memorables tiempos, y cuestiono esto de que, si el pensar es una marcha hacia la proximidad del origen y el “origen” es lo reservado, “lo que no se conoce por medio del análisis sino de la revelación”, entonces, si no creo haber tenido la suerte de que una entidad extraordinaria me visitara; que hago buscando el origen y si….el leguaje, a decir de Heidegger, “tiene una vital importancia, la de convierte en la casa de nuestro ser” y si solo el lenguajes constituye nuestra existencia, nuestro existir, no será necesario destruir todo lenguaje o más bien toda definición antes de pretender ir “ser-siendo” en el camino de la vida.

Y si soy lo que digo, lo que dicen y dijeron de mi, si soy un poco mi madre y mi abuela y toda la cultura desplegada hasta mi, entonces, si, será necesario esbozar nuestro esbozo de felicidad, trazar el camino que nos lleva hasta la plenitud y a la felicidad antes bien de comenzar a caminar.

Entonces, preguntarme ¿qué es la felicidad? Y poder dar una respuesta, es trazar una camino, es condenarnos a un recorrido, es ir sintiéndonos ¿felices-infelices? según recetas previamente explicitadas en lo más profundo de nuestro ser, no es espontaneidad, no es vivir libremente. Es lo que en el camino cotidiano, se traduce en sufrir, es decir: soportar, llevar en nuestras hombros un montón de prejuicios e ideas pre-construidas y elaboradas en relación a los intereses de cada momento histórico y realidad contextual, una pesada carga que no libera ni agiliza el camino sino más bien que nos hace de GPS indicando senda equivocadas o no… sin siquiera saber de qué mapa se está hablando, para que caminos se está diseñando.

Y claro… acá se me viene una certeza, seguramente si la palabras felicidad no se hubiera inventado, hubiera en su lugar, cualquier otra, porque el ser humano que tanto desea la libertad y el libre albedrio siempre busca recetas, siempre espera que alguien le susurre a dónde caminar.

Entonces, Dios quiera que en el fondo de cada uno de nosotros se imponga una propia definición para así dejar de caminar a ciegas un camino hacia un lugar que no sabemos a dónde está, cómo se llama ni si vale la pena encontrar.

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