Yo había empezado a trabajar en eso unos meses antes porque cuando uno es padre agarra lo que venga mientras sea honrado.

Ya me había acostumbrado a hacer la cola esperando mi turno. Todos hacíamos la cola como anillos de una víbora que se movían juntos. Porque Ayelén necesitaba un lápiz o un pedazo de osobuco, en cualquier orden.

– Ojalá me toquen las figuritas del mundial –le dije al tipo de adelante que era parecido a mí.

(Había que hablar con los parecidos para evitar el rechazo).

– Esperemos tener suerte – dijo.

Buena frase la del tipo, pensé, podría haber dicho espero, pero pensó en los dos juntos.

– Se venden como pan caliente –dijo el tipo que era como yo. Y me dejó pensando un rato en lo bueno que eran algunas frases.

A mí se me había dado por pensar en las frases hechas desde que nació Ayelén. Era una manera de ir anotando mentalmente las cosas que no quería que mi hija se perdiera. Hay cosas que se dicen muy rápido, como al pasar, pero cada uno las entiende como puede.

– Hace poco que subo a los bondis con esta mercadería pero supongo que durante los mundiales se vende mucho –le dije al tipo como yo que estaba adelante mío.

– Lo que más rompe las pelotas es esta cola de pelotudos que llegaron antes que nosotros y que van a tener el orto de llevarse todas las figuritas del mundial –me dijo el como yo más canchero. La frase me preocupó.

Qué carajo hacía yo si ese día de mundial a pleno, con la primera ronda a cumplirse en pocas horas, se acababan todas las figuritas y me daban cuentos de cartón para colorear con crayones secos.

No me quedaba otra que esperar, que era lo más difícil.

– Ayer las vendí todas apenas me subí al subte A, como pan caliente – le dije al tipo. Como pan caliente era una frase de buena suerte.

– Vos sos buen vendedor – dijo, porque se había dado cuenta en seguida de mi rendimiento.

– Mi hija, la Ayelén, cumple años ─ le dije al tipo que suspiró con impaciencia.

– Los mundiales tendrían que durar tres meses y Argentina, China y Corea tendrían que llegar a la final – dijo el de adelante. Y nos reímos pensando en la cantidad de paquetes de figuritas que podríamos vender en los supermercados chinos o coreanos, si las dos naciones se enfrentaban en la final después de ganar partidos durante tres meses.

─ Semifinal, la final tiene que ser con Argentina ─ le dije al tipo.

─ Dos goles de Messi ─ dijo mientras yo pensaba en los pilones de figuritas para cambiar que tendrían los chicos.

– Puede que haya figuritas hasta el bolita aquel de gorra negra. Pero no llegan a nosotros –dijo el tipo de adelante.

Yo sentí que me ponía blanco y que me iba a dar un infarto.

– Tranquilo negro, para algunos amigos siempre hay ─ dijo riéndose.

Ahí me di cuenta de que a veces uno no puede ser parecido al tipo de adelante, aunque lo intente. Pero pensé que era el cumple de la Ayelén y que las figuritas se vendían como pan caliente…

Después el tipo me pidió que le guardara el lugar porque tenía que pasar al baño y se fue diciendo permiso voy al baño hasta llegar al mostrador. Los que estaban en la fila lo dejaron pasar.Todos se iban corriendo como una viborita que se despereza y se mueve por partes.

El tipo de adelante se acercó al mostrador y habló unas palabras con el dueño de las cajas de figuritas. Jefe me presta el baño que soy cliente, hubiera dicho yo en su lugar, pero ya a esa altura no sabía si el tipo de adelante hablaba con mis mismas palabras. Los que estaban llegando al mostrador, entre ellos el bolita de gorra negra, no protestaron, ni gritaron, ni se despertaron de su sueño de anillo de víbora.

Enseguida el tipo salió del baño, me pasó por al lado, tiró de mi mochila y dijo vení boludo, con una voz nada parecida a la mía que me asustó.

Me empujó hasta el kiosco de la calle Lima, frente a la estación. Ahí abrió la mochila que estaba llena de sobres de figuritas del mundial, que también llenaban una gran bolsa de consorcio que tenía en la mano.

– ¿No te dije que para la gente con relaciones siempre hay figuritas? Agarrá boludo, y agradecé, el treinta y cinco de lo que hagas es para mí, mañana venite a esta misma hora que hacemos lo mismo – dijo el tipo, y me palmeó la espalda fuerte, de hombre a hombre.

Después se fue corriendo porque se le iba el subte de las ocho y venía el horario de más movimiento de gente para vender.

Pensé en la Pamela y en la Ayelén pero tampoco era un tipo de hacer locuras. Me quedé con las figuritas y volví al local donde la cola de la viborita seguía dormida.

El bolita de gorra negra se estaba yendo y seguía una señora gorda de calzas verdes y buzo azul que se puso a llorar cuando le dijeron que los paquetes de figuritas se habían acabado. Pensé que en una de esas era el cumpleaños de su nieto.

– ¡El baño está lleno de cajas de figuritas! No queremos lapiceras ni cuentos para pintar con crayones de mierda – dije, gritando más alto la palabra mierda mientras empecé a empujar con todas mis fuerzas los anillos de la víbora contra el mostrador.

Le sacamos al dueño las cajas de figuritas del baño y las repartimos, sin pagarlas.

Lo que todavía no sé es si China y Corea van a jugar alguna vez una final.

Pero lo que sí me gustaría es que en esa época los mundiales duraran tres meses.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS