Experiencia existencial en la Filosofía de la Liberación

Experiencia existencial en la Filosofía de la Liberación

En el año 2001, después de pasar por la ciudad de México la comandancia del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), decidí aprender en la práctica la Filosofía de la Liberación. Motivado por el frente guerrillero, en septiembre del año 2001 me incorporé como militante a los organismos de la sociedad civil organizada para comenzar un proceso de aprendizaje con aquellos actores que habían participado en los movimientos sociales que fueron perseguidos por el Estado mexicano en las décadas del setenta y ochenta; la obligación ética por los pobres no se había caído con el socialismo real, sino que hermanaba y unía a los diferentes frentes de liberación que luchaban aisladamente por justicia, autonomía y dignidad.

La resistencia, militancia e ideales de liberación heredados de mi familia, hacían que tuviera una pequeña esperanza en que los postulados de las revoluciones históricas y las luchas clandestinas no estuvieran del todo derrotadas, me aferraba a los comunicados de la comandancia del EZLN y su lucha por una vida digna.

Mis aproximaciones teóricas de aquellos momentos intentaban criticar a los filósofos de academia que realizaban abstracciones de enunciados lógicos sin tener como referencia lo real de la realidad, las teorías supuestamente “científicas” no eran neutras y carecían de facticidad. Desde la perspectiva de la Filosofía de la Liberación, la puesta en práctica pretende dar mayor énfasis a las comunidades intersubjetivas como grupos de seres humanos no objetivables.

Sumergido en el límite de la desesperación afloraron en mi pulsiones suicidas con cierto grado de conciencia social; hoy con todo lo vivido he aprendido que la pulsión de muerte es una manera de reafirmar la vida. Buscando señales de vida entre los escombros, me decidí a comenzar una lucha foquista, idea loca y anacrónica, pasada de moda para mis contemporáneos de generación, según muchos era un idealismo “trasnochado”; con el viento en contra y avanzando a contrapelo, la praxis de liberación era la única razón que le daba un poco de sentido al sin-sentido del caos de mi existencia. Era una elección impulsada por la angustia entre cortarme las venas o ese ideal de futuro mesiánico que el conservadurismo tacho de “inmaduro”.

El grupo en el que me incorporé estaba formado en su mayoría por mujeres, en el intercambio de concepciones del mundo y proyectos de liberación quedó claro que la lucha armada era una entre muchas otras, no era la más importante, sin embargo tampoco se descartaba, era un medio estratégico para un momento anárquico de destrucción, no un fin en sí mismo, ni el fin último. Muy pronto me fui percatando que había mucho trabajo pendiente por hacer y muy pocas manos para realizarlo.

La experiencia práctica se realizó a través de una ONG que tenía como estrategia en aquel momento, iniciar procesos de resistencia en comunidades de la Ciudad de México. Se crearon una serie de alternativas económicas insuficientes para resolver el problema de fondo de la desigualdad social; sin embargo, lo aprendido con la gente de comunidad nos permitió comprender que la posición ético-política es fundamental en la transformación a largo plazo de la situación mundial.

Fueron cinco años de capacitación-investigación en la acción. Mi colaboración con ONGs, decantó en la construcción de grupos de base comunitaria. El contacto directo que tuve y tengo con las personas de las comunidades me hizo caer de lo abstracto a lo concreto de la filosofía, también provocó el replantearme los métodos aprendidos en las universidades para tratar de comprender la complejidad de nuestra realidad.

En el trabajo de inserción desarrollado en las montañas de Xochimilco, no todo salió como esperábamos. En todo el proceso hubo constantes confusiones, errores y desánimos, quizá no logramos lo que queríamos idealmente: una transformación profunda que generara alternativas de desarrollo comunitarios para la construcción de otro mundo posible. Nos equivocamos como todo humano en el aprendizaje constante, errores necesarios de seres imperfectos, nos equivocamos con amor y con el amor que da la voluntad de vivir nos levantamos para seguir caminando.

Con la crítica constructiva de mis amigas/os, compañeras/os, en la intersubjetividad del grupo y la reflexión autocrítica de mi experiencia subjetiva vivida en la carnalidad de mi existencia, puedo decir, siempre con algún grado inevitable de error, que es un hecho que no se logaron cumplir objetivos estratégicos en el campo del desarrollo económico local que permitieran impulsar transformaciones de raíz planteadas como objetivos a mediano y largo plazo. Sin embargo, tal situación no debe llevarnos a descalificar o minimizar la necesidad de un cambio estructural, es decir, la necesidad de un movimiento social anti-sistémico de las periferias locales que destruya la estructura y lógica económica del actual sistema-mundo capitalista, para crear un sistema más justo para los excluidos. Tampoco se debe demeritar el análisis de la estrategia y las tácticas de los diversos frentes de liberación, ni sus genuinos, auténticos, honestos ideales, propósitos y pretensiones de transformación. De la misma manera no se debe desconocer el esfuerzo, creatividad, sacrificio y entrega sin límites de las personas y familias que se comprometieron corresponsablemente a buscar y creer en un cambio, en un nuevo principio.

No siempre se lograron los objetivos planeados, ni se recibió lo esperado, se fue aprendiendo en la práctica. De toda le experiencia señalo solamente cuatro factores con los cuales constantemente nos enfrentamos a lo largo de todo el proceso de la experiencia de inserción, son clave para entender lo mínimo pero suficiente sobre el incumplimiento de objetivo estratégicos: 1) la falta de recursos económicos, 2) la intolerancia a la crítica, 3) la falta del cumplimiento de principios éticos y 4) una definición política sólida de liberación. Nos faltó tiempo para cambiar nuestros hábitos que la ética del neoliberalismo nos obligó a comprar, nos faltó tiempo para madurar en la interioridad de la madre, nacimos antes del tiempo necesario, imperfectos, nacimos para no morir en el vientre, para conocer una vida digna.

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