Proustiano sin saberlo

Proustiano sin saberlo

Cuando a Freddy Gonzalez le ofrecieron elegir menú casi no podía creerlo, así que no dudó:¡Zancarrón!

Freddy desconfía de que sepan guisarlo ni remotamente parecido en este lugar sin Dios, y aunque supieran hacerlo —piensa— nunca será lo mismo. Intuye, como Heráclito, que el sabor perdido no podrá bañar dos veces su paladar.

Aún así, al tiempo que se lleva a la boca el primer bocado, convoca voluntarioso al recuerdo, pero… ¡quia!, el guermantes añorado no acude.

Alguna vez lo ha sentido, la evocación de ese mundo de ingravidez de la infancia que de pronto llega, fugaz e inasible como un rayo, convocado por un sabor o un olor que súbitamente le vacía de peso corporal y le hace sentir como él dice ¨hueco por dentro¨, y con esa expresión señala la sensación de haberle dejado de pesar a la tierra.

Hunde ahora el tenedor en el jarrete guisado y las hebras de morcillo se desprenden como si fueran manteca; los vapores del brandy y el vino blanco humean alcanzando su nariz. Se le ha permitido también degustar un buen vino de Rioja y, mientras alcanza la copa, su mente busca de nuevo la sensación y el recuerdo, pero lo único que le viene a la cabeza es toda la mierda que ha tragado desde que dejara su tierra y se echase a andar en busca de Dios sabe qué.

Y eso que el negro James, el cocinero, se ha esmerado; al fin y al cabo, Freddy Gonzalez es un viejo conocido con mas de doce años en la casa. Ha buscado en internet el jodido plato para preparárselo, pero ni una puñetera receta en ingles y cuando lo intenta con el traductor de Google el resultado es todavía peor. “Santcarron!! what the fuck! God damn it, Freddy, why can’t you order pecan pie like everybody else?”

Freddy no sabe cómo, pero el negro James, el muy cabrón, ha guisado ese corte de morcillo como si hubiera salido de las manos de la abuela Angela. Clava el tenedor en la guarnición de patatas panaderas y las remoja en la salsa de zanahoria y puerro en la que cree distinguir la carnosidad y el aroma del pimiento choricero: “¡Motherfucker…!, ¿¡de dónde lo habrá sacado!?”

Pero sigue sin lograrlo, la sensación buscada no comparece; quizás el milagro sólo se obra cuando se ha abandonado toda voluntad de alcanzarlo.

Estuvo tentado de pedir arroz con leche de postre, pero desistió: ¨No pienso despedirme del mundo con un engrudo en la boca hecho por ese negro¨. En su lugar recibirá un coctel letal por vía intravenosa que inundará en pocos minutos su torrente sanguíneo.

Tumbado en la camilla a Freddy la boca se le hace agua; la cetona, liberada por su agitada respiración, baña su paladar de un sabor dulce y afrutado; las hebras de saliva se tornan almíbar hilado, y entonces… ,¡sí!, acude, prístino y mortal, el sabor añejo e inconfundible de cuando el mundo no pesaba. Pronto dejará de hacerlo.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS