Día 1. Miedo, jamás pensé que te podría volver a nombrar. Te había desterrado de mi mente, de mi vocabulario, de mi entorno. Tengo que reaccionar, me digo. Salir de mi querida sierra madrileña para no quedar atrapada. Dicho y hecho.
Día 2. Preparo una pequeña maleta, solo la ropa imprescindible, una caja con comida y algunas medicinas, mis libros preferidos, CDs, la cámara de fotos, mi PC, el cuaderno de viaje, la comida de mis gatos y varios bidones de agua. Los guantes de látex y las mascarillas caseras, poco más.
Día 3. Con la autocaravana y mis tres gatos, hemos llegado a la playa de los Genoveses, se respira aire de libertad, brisa fresca. Me viene a la memoria que han pasado cuatro años desde la última vez que estuve aquí. La bahía sigue inmutable, bañada por las mismas aguas, rompiendo las mismas olas, agitada por los mismos vientos. Dan las ocho en el reloj, salgo a aplaudir y a respirar.
Día 4. Se ha detenido el tiempo, se ha parado el mundo, no así la lluvia. Está siendo una primavera, lluviosa, y el parque Natural de Cabo de Gata luce verde y salpicado de flores. Mis gatos comienzan a explorar el entorno más cercano a nuestra nueva casa. Recibo mensajes de mis amigos, me preguntan, donde estoy, por qué he desaparecido.
Día 5. Demasiada empatía, no es nada sano sentir. Si me implico demasiado comienzo a sufrir y mi corazón se encoge. Llamadme cobarde, pero valgo para lo mismo aquí, que encerrada entre cuatro paredes.
Día 6. Este paisaje no ha cambiado, en primavera está desierto, sólo habitado por los cuatro gatos que se atreven a vivir consigo mismos. Que no necesitan centros comerciales, ni de atascos interminables, que sin duda, estarán cuando todo esto termine. Que no necesitan compañia, ni las luces de la gran ciudad.
Dia 7. Decido que no voy a regresar. Me quedo con la sal, el sol, el viento y la libertad. Ajena a políticas que vienen y van. Aquí espero a M.A., mi amado que en enero del 2021 volverá.
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