_Por fin tocamos tierra. Helen no dejaba de fastidiarme preguntándome cuantos días más duraría el suplicio de embarcarnos. La pobre tenía razón. El hedor del hacinamiento entre ciento treinta pasajeros que no lograron embarcarse en la primera clase con la que ellos soñaran, ya ha hecho de las suyas luego de veintitrés largos días de viaje por el mar. Reconozco que tampoco pudimos superar la pérdida de cuatro vidas en el temporal y otras nueve que contrajeron coqueluche. Bueno, ellos sabían como nosotros, que lanzarse a ésta aventura en busca de una nueva oportunidad tendría sus riesgos. Helen y yo también los tomamos. Lejos quedó nuestro terruño de verdes montes y extensas campiñas pero también lejos, la opresión de ese gobierno autoritario que encontró en el conquistado pueblo galés a un dócil y hasta servil súbdito. Recuerdo que un día le dije:_Vamos ya a buscar una segunda oportunidad. Una tierra nueva donde podamos levantar la mirada, estrechar la mano, intercambiar respetuosos saludos. Donde el sol ilumine nuestras vidas, y nuestras manos se nutran del lodo vital y virgen, cicatrizando las huellas de nuestro oprobioso pasado. Vamos Helen a construir nuestro futuro. Ella me ha confesado que quisiera tener muchos hijos. Yo también sueño con ellos pero, no hubiese querido traerlos a un mundo ruin donde sus precoces vidas terminarían devastadas en las oscuras minas de carbón. Aquí, será distinto.

_Mira Helen, – le dijo John entusiasmado tratando de contagiar a su agobiada esposa. _ Ya llegamos a nuestro paraíso. Mira…acá tendremos un río que en sus vueltas nos regalará valles. Un eterno horizonte que no pregunta sino que nos abraza. Acá las noches serán muy diáfanas y hasta el mar nos quedará a pocas yardas como para que no sintamos nostalgias por el desarraigo. _Ven Helen, ven conmigo. Esta sí es la tierra prometida. Tal vez no figure como tal en las biblias que trajimos de Cardiff pero aquí Dios no solo pasó, sino que dejó señales para que podamos descubrirlo en cada amanecer. _ Ven Helen, ven conmigo. Hagamos de ésta tierra nuestro hogar, y demos gracias al Señor por habernos permitido nacer de nuevo en ésta bendita Patagonia. Cantemos a Él,  junto a los demás colonos, un sentido himno en su honor.

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