Ciego. La luminosidad de este al que llaman Gran Mundo me ha cegado. Aunque ha sido momentáneo, menos mal.

La verdad es que no me imaginaba algo así. Mis hermanos mayores me han hablado mucho de este Gran Mundo, pero realmente supera las expectativas. Todo es tan brillante y colorido, que me asusta un poco. Hasta ahora he vivido bien en nuestra madriguera. Con las historias sobre el Gran Mundo que mis hermanos me contaban creé mi propia cueva platónica, y esas imágenes formadas por mi mente eran suficiente para mí. Puede que eso cambie a partir de hoy.

Me hallo en la entrada de mi madriguera. Una vez la ceguera inicial se ha pasado del todo, puedo examinar mejor este Gran Mundo. O al menos la zona que rodea el que ha sido mi hogar hasta hoy. La verdad es que es realmente grande. El techo, de color azul suave, está muy alto. Hay una esfera que si la miro me hace daño en los ojos y me vuelve a dejar ciego. Debe de ser lo que mis hermanos llamaban Sol.

Alrededor de la entrada a mi cueva hay un puñado de árboles de distintas especies. Algunos de ellos tienen frutas, pero eso no me interesa. Prefiero los pajarillos que hay en algunos de ellos. No puedo verlos, pero los oigo y huelo. Su olor me recuerda a Madre. Según ella, el grajo es el mejor desayuno para pasar un buen día.

También detecto más olores. Algunas plantas huelen fuerte. Son tomillo y romero. Madre solía traerlas cuando yo estaba enfermo. Como cuando me picó esa garrapata a la semana de nacer. Esos días la leche de Madre sabía rara, porque masticaba corteza de tejo. Decía que eso me pondría mejor. Supongo que tenía razón, porque aquí estoy.

Además de plantas y pájaros huelo otros animales. Ratones, conejos, y a uno de mis hermanos no muy lejos de aquí. Aparte de eso detecto un olor extraño. Como de un animal más grande. En cierto modo se parece al olor de un oso. Sé como huelen los osos porque una vez uno se coló en nuestra cueva. Por suerte Madre pudo espantarlo sin que nadie saliera herido. Los osos asustan un poco. Pero este olor no es de un oso. Es un olor fuerte pero sutil, como si quisiera disimularlo con algo que parece menta pero no lo es. Huele un poco agrio. Creo que no me gusta ese olor. Debe de ser un humano, de los que dijeron mis hermanos que es mejor no acercarse a ellos. A Padre lo mataron un grupo de humanos antes siquiera de que yo pudiera abrir los ojos.

El techo de este Gran Mundo ha ido cambiando mientras observaba mi alrededor. Ahora es azul muy oscuro, casi negro, y la esfera luminosa Sol ha desaparecido. En su lugar han aparecido puntitos brillantes, pero que no brillan lo suficiente como para iluminar este Gran Mundo. Ahora que está oscuro me siento más cómodo, porque se parece más a mi cueva. Ha aparecido además otra esfera en este nuevo techo. Es redonda y muy blanca. Creo que mis hermanos la llaman Luna. Me gusta. Cuando la miro se me eriza el pelaje y siento ganas de aullar. No aullar de miedo, ni de rabia, ni tampoco de alegría. Tan solo ganas de aullar por el placer de hacerlo. Como si así dijera que estoy vivo, y que estoy aquí.

Pero aún sigo parado a la entrada de mi madriguera. Hasta ahora ella ha sido mi mundo, y he estado bien. Dentro tengo agua del manantial que hay al fondo, y puedo alimentarme de los animales que entren a curiosear. En mi cueva estaré a salvo. Podría simplemente quedarme en mi cueva.

Aunque este Gran Mundo parece muy bonito (me gusta sobre todo la Luna), pese a que es tan grande que asusta. Hay peligros en él, como esos humanos. Pero ahora que he visto un poco del Gran Mundo, me gustaría explorarlo un poco más. Además, Madre murió, y mis hermanos ya han formado sus propias manadas. Aquí estaré solo.

No sé que hacer. Creo que voy a aullar a la Luna, a ver qué se siente. Seguro que eso me ayuda a decidir.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS