Salir de la zona de confort, opinar de acuerdo o en desacuerdo, romper esquemas y peor aún que te los rompan… Experimento algo muy real, no sé si es soberbia o ganas de demostrar que yo existo. ¡Y cómo! Me irritan las frases hechas, los tópicos de moda; y me aburre leer quién opina sin saber quién opina ni de quién. Como les digo a los chicos (cuando me dejan, no solo ellos): el verdadero saber se nos escapa. ¿Quién lo encuentra? ¿Quién puede asirlo? ¿Y expresarlo? Hay que manejar un poco mal las herramientas para poder ser de este mundo. Para ser. En él, además de en el tuyo propio.

Y yo ¿qué diré? hablaré como les hablo a ellos, en medio de esa posesión divina que me saca del tiempo. Citaré lo real, divagaré deprisa y despacio, agarrada a su cola, dibujando líneas curvas como un Peter Pan, como una surfista, dejando estelas.

Lo real, lo que existe. Más de lo que sabemos.

Y ellos tal vez mirarán, con ojos redondos, más allá de mis palabras. Y esas pupilas abiertas y esas sonrisas que ya están ahí sin tomar forma y esa respiración contenida significarán que me comprenden. Cómo comprenden. Qué hermoso. Qué real. Cómo existo.

Ahora puedo respirar yo y pensar un poco. Decir algo con sentido (es decir, plano) y quedar bien, después de tantos años. Explicar, por ejemplo, que poco importaba que el Werther de Goethe no se disparase un tiro en el corazón (que era lo que le mataba) sino en la sien (que era lo que le dolía). Si el verdadero Werther, el que inspiró a su autor, sabía dónde estaba el alma. Contar que nuestro profesor (que era un artista, o un amante del arte y/o/u de la belleza) leyó el relato hace ya demasiado tiempo para no haberlo corregido por el camino, para no haberlo hecho más literal y menos literario.

O hablar acerca de querer, desde luego, que se me entienda. Pero no perder el recato, no darlo todo de golpe y sin más a cualquiera. Cambiar quizás los dos puntos por un punto y seguido. Ceder a la música de las palabras, consentirlas, permitírselo todo… menos la frivolidad. Que se hagan de valer. Porque es real todo lo que conducen.

O a lo mejor no hablo de nada. Me quedo otra vez con el folio en blanco, dando gracias a Dios por esta gimnasia que me mantiene a salvo y en forma. Una tecla, una selección, y todo borrado. Nadie sabrá jamás lo que hoy he escrito. Otra vez. ¿O quizás sí? Qué sé yo.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS