«-¿Qué estás haciendo?

-Nada.

-¿Qué es eso que untas en el bollo?

El chico se volvió, dando la espalda a la pantalla. La perspectiva se movió, atravesando una transición de temblores e imágenes borrosas, hasta mostrar de nuevo una visión frontal del joven, enfrascado en su labor. El cuchillo sin punta se movía rápidamente, esparciendo una crema oscura por toda la superficie del pastelillo cortado en dos. Adelante y atrás, adelante y atrás.

-A mí me parece que eso es crema de cacahuete -dijo cantarina la voz femenina.

-¡Déjame!

El plano viró bruscamente de nuevo, acercándose al bollo y al afanado cuchillo. Adelante y atrás, adelante y atrás.»

Adelante y atrás, adelante y atrás. Novak se mecía una y otra vez, rodeándose las piernas con los brazos. Estaba sentado en el suelo, delante del sofá, demasiado cerca de la pantalla del televisor que miraba. No le importaba. También el volumen estaba demasiado alto, pero sus oídos no se sentían molestos.

¿Había aporreado la puerta un vecino o se lo había imaginado? Tampoco tenía importancia. Seguro que era el idiota del segundo. Alzó el mando a distancia y presionó la tecla de subir el volumen. Ya estaba a tope. Lanzó el artefacto por encima del hombro, estrellándolo contra la pared, aunque no pudo escuchar el impacto. Apenas parpadeaba, sus ojos inmersos en la sucesión de imágenes que proyectaba la pantalla.

Un sonido crepitante inundó la habitación durante un segundo, al tiempo que una niebla en el televisor daba paso a un nuevo escenario.

«Un bulto destacaba en la semioscuridad. Apareció una mano por la parte inferior del plano, decorada por un triángulo de luz procedente de la izquierda. La mano se fue moviendo, el triángulo de luz decreciendo, hasta propinar un pequeño golpe en el bulto.

-Despierta, grandullón -susurró la voz.

El fardo se tambaleó y se dio la vuelta. Un brazo asomó por debajo de una manta.

-¡Buenos días!

La mano arrancó de un tirón la almohada y la cabeza del joven rebotó en el colchón.

-Hmm… -murmuró en tono de súplica.

-Ahora verás.

La perspectiva osciló violentamente y se escuchó un ruido corredero. La claridad bañó la escena de golpe y el objetivo se dirigió hacia el chico, que se retorcía en su lecho.

-Despierta, despierta, despierta -ahora la imagen daba botes, próxima al joven.

-Ya estoy despierto, cariño -dijo él sonriente, con el antebrazo cubriéndole los ojos-. ¿Qué quieres?

-¡Feliz cumpleaños!»


Una lágrima se deslizó por la mejilla de Novak, sorteando un surco anterior, ya solidificado. Sin embargo, no apartó la vista. No podía apartarla. Lo había tenido todo. Había nadado en la opulencia de la felicidad, y el naufragio, no por anunciado, había resultado menos doloroso. Sentado, en la oscuridad únicamente interrumpida por las imágenes que irradiaba la televisión, trataba de reflexionar acerca de su relación. Acerca de Marie.

Había sido el amor de su vida. Con nadie había compartida tantas risas, tantas caricias, tantas ilusiones. Sus esfuerzos por pensar objetivamente eran en balde. Su mente una y otra vez regresaba a las mismas escenas. Aquella primera cita en el cine, donde disfrutaron como críos a pesar de la horrible película que vieron. Aquel mes de verano en Canadá, disfrutando de los paisajes y veladas, ella con sus libros, él con sus latas de cerveza. Aquellos paseos por la costa, tostados por el sol, observando a la gente.

«Marie, Marie», pensó mientras se mecía. «Vuelve, Marie». Adelante y atrás, adelante y atrás.


«Un sendero en la montaña. Polvo, rocas y algunos matojos. La visión rotaba, mientras una voz narraba:

-Diario de exploración, día catorce. Creo haber detectado una nueva forma de vida. Parece primitiva, no descarto que sea peligrosa. Me acercaré con sigilo.

Las imágenes viraron hacia un bosquecillo, y se aproximaron lentamente. Al enfocar un gran árbol, la perspectiva empezó a rodearlo, dejando a la vista una figura.

-Aquí podemos observarle en sus extrañas rutinas.

-Marie…

Se vio con claridad al joven, con las piernas abiertas y las manos hacia adelante. Un chorro humeante regaba el tronco del árbol.

-¡Marie, por dios! -el joven se volvió hacia ella agitando un brazo. El miembro se balanceó, diseminando por todas partes aquel líquido-. ¡Un poco de intimidad!

-¡He establecido contacto con él! -la visión se alejaba rápidamente del árbol-. ¡Es agresivo! ¡Repito, base, es agresivo!»


El cruel aparato de televisión le ensartaba con sus imágenes sin piedad. Sus instintos de compasión se encontraban delegados, inhumanos, a la entrada de alimentación eléctrica. Su mirada, impasible, vinculada al botón de encendido de aquel maldito mando a distancia que descansaba en el suelo, las pilas esparcidas por la habitación. Los ojos de Novak refulgían irritados: sus pupilas apuntando a la imagen, su mirada interior muy lejos.

No conseguía establecer los hechos de manera imparcial en su cabeza. Una voz muy pequeña y muy enterrada dentro de él sabía que no todo había sido bueno. Los dulces momentos se mezclaban con amargas discusiones, los suaves instantes con duras palabras. Habían sido muy felices juntos, pero también muy infelices. Sus distintos caracteres habían rozado levemente y colisionado frontalmente en más de una ocasión. Las esperanzas de ambos siempre puestas en que el otro cambiara, en lugar de en la comprensión y el mutuo respeto. Riñas que habían aumentado de frecuencia en los últimos años.

Pero todo eso no importaba ahora para Novak. Sólo existía el dulce, el perfumado y el colorido, el suave y el melodioso.

«-El hombre de la casa instala la caldera.

La raja del culo asomaba por los pantalones azules que llevaba puesto el joven, que se inclinaba de puntillas hacia la pared. Giraba la llave inglesa con dificultad pero con firmeza. Adelante y atrás, adelante y atrás.

-Marie…

-El sudor resbala por su frente. ¿He dicho sudor? No puede ser, mi hombretón nunca suda de esfuerzo. Deben ser lágrimas de contento.

Una tuerca rebelde se escapó de los dedos del joven y rebotó en su cabeza. La visión tembló, acompañada de unas risas.

-¡Marie, apaga esa puta cámara de una vez y ven a ayudarme!»


Todo había sido felicidad, esa era la única verdad. Una amalgama de alborozo, dicha y diversión. Esa y no otra era la realidad. Unos pensamientos confusos y unas visiones borrosas no iban a cambiar su perspectiva. ¿Por qué había tenido que irse? ¿Y cómo podía doler tanto un vacío? Otra vez golpes a la puerta. «¡Qué te jodan, Lars!», se oyó gritar desde la lejanía. ¿En qué se había convertido su existencia? ¿Qué había delante de él?

Veréis llanuras bélicas y páramos de asceta,

¿no fue por estos campos el bíblico jardín?*

Novak se mecía, mirando la televisión. Adelante y atrás, adelante y atrás. La cinta nunca acababa. La despiadada señal de repetición infinita se reía de él en un rincón de la pantalla. Una y otra vez, los mismos recuerdos. Adelante y atrás, adelante y atrás. ¿Por qué había tenido que insistir tanto en comprar una nueva nevera, justo aquel día? ¿Por qué siempre se mostraba tan pesada con sus caprichos? ¿Y por qué insistía tanto en agarrar, pellizcar y pinchar los temas que para él eran tan sensibles? ¿Cómo una discusión por un electrodoméstico había conducido a las acusaciones sobre su falta de empatía? ¿Por qué siempre tenía que llevar cada pelea al último extremo?

-¿Por qué, Marie? -gritó volviéndose hacia el sofá-. ¿Por qué siempre tenías que tener la última palabra? ¿Por qué te has ido…?

Su voz se iba tornando en un hilillo conforme la mirada de Marie se clavaba en su culpabilidad. Aquella mirada de un solo ojo, el otro atravesado por un cuchillo de cocina hasta la empuñadura. La boca abierta en una mueca grotesca, la sangre goteando en la cara de Novak. Se acercó y le dio un suave beso en los labios separados y se giró nuevamente hacia el televisor. Adelante y atrás, adelante y atrás.

-¿Por qué me has abandonado?

Habían sido felices, esa era la única verdad. Sí, no permitiría que unos pensamientos confusos y unas visiones borrosas -adelante y atrás- le alejaran de la realidad.

«-Despierta, grandullón -susurró la voz-. Feliz cumpleaños.»


*»Por tierras de España», Antonio Machado.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS