Hambre,
guerras…

¡Y llegó el coronavirus!

El sábado 14 de marzo
se implantaba el estado de alarma en España. Unos días antes, con miedo, algunas personas corrieron a los supermercados a llenarse de
productos. Otras especulaban con los artículos más necesarios y
los pesimistas se encomendaban a sus dioses, por
si era el fin.

A pesar de los malos pronósticos, de las
“Fake News”, del temor…algunos comentaron la disminución de
la contaminación y del gasto superfluo. Destacaron la liberación
de la fauna, resaltaron la unidad familiar, la medicina, las artes,
la búsqueda de solidaridad para hacer frente a un mundo enfermo
y desigual.

Se empezó a sentir el “sonido”
del silencio en las calles, en los parques… al instante comprendí
que lo más difícil sería no estar al lado de mis nietas;
contemplar sus rostros, oír sus pocas palabras a media voz, proveerme de
su energía…pero sobretodo sentir esos cálidos abrazos y besos
que todo lo llenan.

«¡Quédate en casa!»

Necesitando algunos productos me animé a ir a un supermercado
cercano, entonces noté como al salir ya empezaba a cambiar mis
rutinas: no más ascensor, no tocar partes metálicas, no acercarme a menos de un metro de las personas…

La calle se me hizo diferente, muy sola; el aire también, me costaba
respirar; la poca gente iba ensimismada y algún desconocido me
saludó. Un parque estaba aislado por una cinta y una Urraca miraba
como “pensando” qué hacer. De pronto me llegó a la mente una
frase que se le atribuye a Aldous Huxley: “¿Cómo sabes si la
tierra no es más que el infierno de otro planeta?”.

En la entrada
estaba el guardia de seguridad con mascarilla, la poca gente hacía
fila para lavarse las manos con alcohol antiséptico y colocarse
unos guantes. Guardando las distancias pertinentes, cogí los
productos, pagué con tarjeta y salí. De vuelta al hogar, pensaba
como nos cambia la vida en pocos días; el compartir en nuestras
viviendas llevaba la soledad a la calle, nuestros hábitos cambiaban
y nuestras percepciones de la vida, la naturaleza, el amor, el
universo…sufrían un cambio sin precedentes.

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