Cierro los ojos y de repente estoy navegando por el caudaloso Nilo en mi faluca. La imaginación me regala el viaje pero no es lo mismo que estar “in situ”. El olfato carece de los olores, el oído de los ruidos y sonidos, el gusto de los sabores, la vista de regodearse con el colorido y paisajes, el tacto de aprisionar y sentir el roce de la piel con la arena.

Egipto sin el Nilo no sería nada, yo sin mis sueños tampoco. Cuando me transforme en incorpórea lo primero viajaré allí.

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