No se supo cuándo fue, ni cómo, ni por qué… fue la extraña sensación que le hizo pensar en aquello que tenía olvidado. Caminaba despacio, sin prisa alguna, surmegiéndose en los lugares más recónditos que podía imaginar… lograba seguir ese camino pero sentía una pesadez en su cuerpo que ralentizaba todo movimiento…

Fue esclava de su suerte, prisionera de cientos de pensamientos, tenía cadena perpetua con la gente, y sólo se escondía bajo aquel árbol que a veces la protegía de las palabras de las que huía… Ese árbol siempre aparecía al final de su camino y era ahí donde ella se refugiaba.

-Algún día lo lograrás – le susurraba el viento.

-Vas por mal camino, tienes que seguir ese instinto del que no paras de obviar – le intentaba convencer aquel búho que asomaba tranquilamente por el orificio del árbol donde ella permanecía apoyada…

Consciente era a ratos, pero prefería mirar hacia otro lado, donde la seguridad y la calma eran sus mejores aliadas.

Ángel… demonio, no sabía definir su estado emocional y eso le creaba una ansiedad que ahogaba sus propios pensamientos… Había personas que le recordaban todo aquello que hacía y no debía de repetir… Y la cuestión no era esa, sino algo peor… ella hacía siempre caso de todo lo que le rodeaba, hasta que no podía más… Y empezaba nuevamente su camino, llegaba a su árbol, y escuchaba los sabios consejos del viento y el búho, que hasta ellos, le decían como debía de actuar…

Un día incierto, de esos en los que ella se inmiscuía en su largo y cauteloso paseo, llegó a su viejo árbol y se vió reflejada en un espejo de dudosa procedencia… Observando su propio reflejo tuvo dudas de si ese rostro, ese cuerpo, eran los que le acompañaban hasta el momento…

<Es mi rostro y no me veo, son mis manos y no las siento, muevo mis labios y no reconozco tal movimiento… Y esa mirada… no discrimino su profundidad… la tristeza la embriaga…> – pensaba ella detenidamente…

No supo reconocerse y, desesperada en su reflejo, intentó huir despavorida, sin darse cuenta que empezó a adentrarse más y más en un bosque semejante a un gran agujero, del que caía cada vez más hondo, volviéndose todo negro, y en el que ya no se encontró, no supo verse, perdió el norte… A pesar de todo seguía oyendo rumores del viento, pero ya no era capaz de diferenciar sonidos de palabras.

Cuando llegó a lo más profundo, cayó sobre sus piernas, que se las arañó por el roce con las ramitas que caían de los árboles. Con sus manos intentó levantarse… ya no podía ir más profundo, no se discriminaba luz alguna, estaba tan perdida en el fondo del bosque que ni la luna lograba traspasar vegetación para dar algunos rayos luminosos, ahora sólo tocaba salir de allí, subir hacia la colina, volver a encontrar su camino…

-¿Cómo lo hago?- Se preguntaba sin cesar -Busco por la negrura que me invade y no veo nada, no hay salida, no hay entrada, mi reflejo se desvaneció, no me queda nada, ya no me conozco, sólo soy un pequeño reflejo en un agujero negro del cuál no sé salir y me siento ahogada, he estado siguiendo caminos que todos me indicaban, hasta que en mi escape ya no me reconocí… No me queda nada, de mí todo lo perdí… – ella hablaba consigo misma, consciente de que había tenido una vida que le había sido robada, de su pérdida sin retorno…

Entonces se tumba… y decide esperar a que todo pase, a que todo termine, ya no siente ganas de luchar, por más que busca no haya la felicidad, y ya cansada se posa en ese suelo que antes la arañaba y ahora no siente ni la más ligera rama…

Cuando ya ni los rumores del viento eran apenas perceptibles, cuando no tenía la sensación en su cuerpo de frío, de calor… cuando ya sus lágrimas, apenas imperceptibles, que llegaban hasta la comisura de sus labios, eran sólo reflejo del dolor que la invadía, sintió a alguien en su interior, y sin saber que era ella misma, se escuchó:

-¿Sabes qué? Nos pasamos la vida buscando esa felicidad externa a nosotros y es algo tan efímero que tal como viene se va, y tal como desaparece vuelve a aparecer… Pero seguimos siempre en su búsqueda… Y a veces en ella te pierdes y caes en lo más profundo, que es donde más te cuesta levantarte. Te pasas la vida escuchando que hacer, tomando decisiones que los demás escogen por ti, y haces caso… Te aconsejan que vivas la plena felicidad y casi que te ordenan su propia búsqueda, hasta hay libros y películas donde los títulos como «En busca de la felicidad» hacen que sea tu lema de vida. Y no es así, porque al final terminas en un bosque oscuro, en un agujero donde la negrura prevalece a la luz, terminas frente a un espejo en el que no te reconoces… por eso mismo no escuches, sólo vive en ti, no pienses en una felicidad plena, sino busca herramientas para reír, llorar, sentir la vida, adaptarte a ella, ser fuerte en la adversidad y disfrutar de los pequeños detalles que se te presentan. – y esa voz se desvaneció.

Cuando por fin se da cuenta de que no hace falta buscar absolutamente nada, entonces es cuando ve que dentro de ella misma es donde se puede producir toda esa magia que enseña a caminar bajo tormentas, a brillar en la niebla más espesa, a lucir la sonrisa donde menos se lo espera.

Ella logró salir de ese bosque oscuro, volvió a sentir que las ramas le arañaba en su caminar y cuando llegó a su árbol obvió al búho y se reconoció en el espejo, fue una luz que en un momento de oscuridad logró brillar y hoy quiere ofrecerte su llave, para que haga el juego perfecto con tu candado. Ábrelo y te animo a que disfrutes de lo más bonito de esta vida: que eres tú.

Salta, ríe, ama, camina bajo charcas, pinchate y enseña tus heridas de grandes batallas… descubre tu llave que nos haga disfrutar de ti cada día, cada tarde, cada mañana…

Rosa R.

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