La noche que describo tiene todo lo necesario para ser una noche romántica, salvo un pequeño gran detalle: Estamos en cuarentena. Es una noche despejada, la luna tiembla levemente sobre la superficie del agua de la pileta de plástico de las niñas , las velas en la mesita de la terraza hacen juego con el titilar de las estrellas. Rodrigo está ahí sentado, con una copa de vino en la mano y una sonrisa, calcada a la que tenía cuando me conquistó. Las niñas duermen así que la radio a pilas suena muy bajito, casi un susurro con la voz de Sam Smith –I don’t want to be alone tonight– ¿Bailamos?, dice estírándome su mano. Entonces bailamos, mientras pasa una estrella que tenía toda la pinta de ser fugaz y yo no pido ningún deseo, porque todo lo que deseo está aquí. Me dejo llevar , por su sonrisa, por la voz de la canción , aunque está claro que afuera se estaba coronando un virus como rey del mundo, que mueren personas y que los besos se han transformado en armas mortales. Look what you make me do. I’m with somebody new. ¿Cómo te llamas? y me hago la sorprendida e invento un nombre: Eli. Y le digo además: Estoy de paso y no pienso enamorarme. Oh , baby, baby i’m dancing with a stranger Yo también, me dice en un susurro, y de hecho todos en este mundo estamos de paso, casi nadie quiere enamorarse ¿Qué te parece si esta noche, solo esta noche eres mía y esta noche solo esta noche soy tuyo? De la emoción casi dije: Si, acepto. Pero no dije nada, tome su cuello , lo acerqué a mi boca y le di un beso , de esos que hacen que dos sean uno. Al levantar la vista hacia el firmanento me di cuenta que la estrella se había ido, seguramente se perdió en la oscuridad y en la tibieza de esta hermosa noche de fin de mundo.
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