18-01-27
Todavía estoy aquí, junto a la caja registradora, sin poder moverme. Me duele intensamente la pelvis. Siento que voy a explotar.
Mientras cobro en la caja me da de repente un dolor tan fuerte que me hace sudar. Siento como si un boxeador me golpeara por dentro. Me encojo para calmarme pero es inútil. Pongo mi sonrisa en automático e intento atender tan rápido como de costumbre.
Hace un frío tremendo. En el informativo dicen que la ola de frío empeorará en los próximos días. La madre de Joaquín dijo esta mañana que se trata de un frente frío que viene de Siberia y que se extiende por toda Europa. Yo no lo aguanto. Pero aquí estoy.
La calefacción de la tienda donde trabajo no llega hasta la línea de cajas y se estropea cada dos por tres. Las capas de ropa que llevo encima no son suficientes. Cada vez que paso cerca de la puerta de acceso, esta se abre y entra tal bocanada de frío que podría congelar hasta el tiempo. Dan ganas de salir corriendo de ahí. Aunque salir a la calle y quedarse dentro es casi lo mismo.
-Hola, buenas
-Buenas y frías noches
-Sí, muy frías, yo tengo hasta rabia ya
-Por algo dirán que los del norte son más secos
Llevo todo el día de mal humor. Suelo hacer bromas a mis compañeros, conversar con ellos y reírme de nada, pero hoy yo soy otra. Todo por culpa del frío y del dolor: frío = dolor = mal humor.
-¡Qué frío hace!
-Buenas noches. Sí, es insoportable… ¿Necesita una bolsa?
-Sí, sí, una, porfa… Hay que ponerse guantes y abrigarse bien
Me paso el día mirando la hora. El reloj no avanza cuando tiene que avanzar y corre a máxima velocidad cuando tiene que ir despacio. Parece que compitiera con nosotros. 19:10h. De vez en cuando tuerzo mi cuerpo para disipar el cólico. Sigo sudando. No aguanto el dolor pero mi sonrisa es imborrable.
-Buenas, hija
-Hola, buenas
-¡Pero qué día más malo hace!
-Sí señora y aquí que no llega la calefac-(hip)-ción…
-Ay pobre, pues dicen que mañana va a ser peor. Más frío que hoy
-¿En serio? Pero, (hip) ¿eso es posible?
Me da hipo. No puedo pararlo. Me da risa. Pronuncio alguna palabra pero el hipo me interrumpe. 19:55h. Dicen que el frío provoca hipo o, al menos, eso decían en mi pueblo.
-Buenas noches
-Buenas, ¿nece-(hip)-sita una bolsa?
-Si, por fa
Silencio.
-(hip)
-Brrr ¡qué frío hace!
-Sí, mucho… (hip) Perdón, ¡este hipo que no se me quita!
¡Qué día! Dolor, frío, hipo… El frío me alborota el dolor menstrual. 20:23h. Mi mamá siempre me decía que no aguantara frío en días de cólicos. Pienso en ella y en lo lejos que está, o que estoy yo.
-Buenas
-Hola, buenas. Uno cincuenta.
-Aquí tienes… ¡Pero qué frías tienes las manos, hija!
-Sí, también tengo hipo. ¿Sabe có(hip)mo se quita?
-Pues, con agua, toma agua
-Es que no puedo (hip) dejar la caja sola
Hay menos gente. Dejo de cobrar por un rato. 21:22h. Recojo las cestas y las llevo hasta su lugar. Paso al lado de la puerta, esta se abre y entra la gran bocanada de frío. Mi cuerpo se estremece, hago muecas y un ruido raro sale de mi boca. Tiemblo infinitamente.
Por ahí anda José, el vigilante, un hombre de cuarenta y pico que vive con su mamá y que puede presumir de su sazón. Una vez me dio un cocido madrileño delicioso. Él es quien más sufre por el frío porque tiene que estar de pie, casi quieto y al lado de las neveras. Lleva dos días con una braga en la garganta que casi es parte del uniforme.
-Vamos a morir de frío, tía, todos los de esta tienda
Sonrío sin dejar de temblar.
-Sí, eso parece… Aunque, sabes, yo creo que el frío une a la gente
-Sí, claro, porque se juntan y se abrazan para calentarse, ¿no?
-Bueno sí, y porque es el tema de conversación de todo el mundo, hasta de desconocidos. Es un rompehielos
-Es verdad, es verdad
-Nos gusta quejarnos y si tenemos aliados, mejor
-Sí, tía, y así empieza cada uno a contar sus viajes a sitios fríos. Y a hablar de ellos mismos
-También es verdad, al final terminan presumiendo de quién ha viajado más o quién ha ido más lejos. O quién ha sufrido más frío.
-Si, a ver quién se queja más, joder
Hago un recorrido por toda la tienda para entrar en calor y, después de recolocar los chocolates, vuelvo a la línea de cajas. 21:52h. Pasa un cliente tras otro. Unos hacen su referencia a la temperatura, otros ni siquiera saludan. Sin darme cuenta, el hipo desaparece. El dolor, por el contrario, no cesa. Sigo pendiente de la hora ¿Cuándo serán las 22:00h? El tiempo pasa lentamente. Y yo no paro de temblar.
-Buuueeeennaaasss, ¡¡quéééé fffrrrrrííooo hhaaacee!!
-Buuueeeennaaasss, sssííí sseññoorrrr… ¿Nnneeecceessiittaaa aaallgguunnaaa bboolllsaaaa?
-Ddaammee uuunnn ppaarrr dddeeee eelllaaasss. Grrrraaannndeeess, pooorrr ffaaavvvvoorrrr.
-Biiieenn, aaunnqquuee cccrrreooo quuueee meeejoorr trrreeees.
-Vvvaaaaalleeee, lllooooo qquuueee ttúúúú dddiiigggaaasss…
Ahora siento que todo va más despacio. 21:58. El dolor de mi pelvis es constante, al igual que mi sonrisa automática. Noto que la gente tarda en terminar las frases y que sus movimientos se ralentizan. El sonido de sus voces se distorsiona, como reproducciones de vinilos al revés.
-¿Cccuááánnntttoo eeesss?… ¡Ppeerooo, quééé mmoorraaddaa eesttááásss!!
-Ccllaarrroo, eeell ppuuttoo fffrrríííooo… Ssoonn cuuuaaarrreennntaaa yyyy ccciiiinncccoo eeuurrrrooossss.
-Yyyaaaa… Ttteee ppaaagggoo ccooonnn tttaarrrjjeeettaaa
-Ookkkeeeyyy. Iiiiinnnsssééérrtteellaa aaaquuííí yyy mmaarrqquuueee sssuu ppiiiinnn.
Tengo la sensación de haber tardado cinco años en atender al último cliente. Veo que coge sus bolsas, da media vuelta y me parece que tarda una eternidad en dar tres pasos. 22:00h. Luego, se detiene por completo. A mí me pesa mi cuerpo.
Por cada segundo, la temperatura baja diez grados. La noche se hace más oscura. Las cajas registradoras ya no funcionan.
22:00h. Miro a mis compañeros y son siluetas moradas. Los clientes que hacen la fila para pagar se han juntado para sentir calor. Ahora están todos unidos y paralizados, parecen un gusano gigante. Decido mostrarle esa imagen al vigilante pero, cuando termino de girar mi cabeza hasta él, lo encuentro morado e inmóvil, señalando con su porra hacia la calle.
Todo se ha quedado congelado salvo el boxeador que me golpea por dentro. A las 22:00h, ya no puedo moverme. En mi cara queda grabada esa sonrisa automática y, desde la caja registradora, yo me quedo mirando a José para siempre.
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