Quiero narrar sobre el complejo tema que son las relaciones humanas.
Referirme a algunas personas que en determinado momento de nuestra vida representan mucho para nosotros, con los que compartimos confidencias, alegrías, penas, momentos únicos.
Un buen día nos damos cuenta que esa magia ya no está, se volatilizó, no encajamos, no estamos cómodos con su compañía, baches profundos nos separan.
¿Hemos cambiado? ¿Han cambiado ellos?
Hay un viejo proverbio árabe que reza «No dejes crecer la hierba en el camino que te lleva a la casa de tu amigo», y una piensa que el camino debe transitarse tanto de ida como de vuelta, porque cuando es de ida solamente la hierba crece a contrapelo y algún yuyo indeseable brota y destruye la ruta.
Nos cansamos de ser los que vamos, los que llamamos y en determinado momento no lo hacemos mas y en ese punto encontramos el vacío que hay del otro lado.
Alguien me dijo hace tiempo, que las personas somos como vajillas de porcelana con el uso nos cascamos, cuando se nota mucho hay que renovarla.
Y ahí creo está la cuestión.
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