La primera vez yo llevaba un abrigo rojo y él un gorro de lana. Posamos riendo para la foto con la guardia del palacio y paseamos por el parque y los museos, pero cuando nos mirábamos encontrábamos en la cara del otro la advertencia de una vida que estaba esperándonos en otro lado.

Viajé a otros lugares y la vida fue mejor de lo esperado.

La segunda vez, la ciudad no fue más que un sitio. Pensé que todo había terminado.

Ese viaje, a Londres, que hice dos veces, es el viaje que aún no he hecho.

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