SIN DUDA ALGUNA ERES TU.

SIN DUDA ALGUNA ERES TU.

Luis Madrid

31/03/2020


Allí estas. Eres tú. Se trata de ti. Al respecto no puede haber duda alguna. El de esa imagen modesta, en donde regalas un principio, una intención de sonrisa; que finalmente no llega a concretarse en definitiva, para que el fotógrafo pueda retenerla hasta la posteridad, no cabe duda de que has de ser tú y nadie más Cesar. Puedo reconocerte aunque para ese entonces, por el año mil novecientos setenta y pico, en donde tuvo seguramente que tener lugar esa imagen, ignorases enteramente la sola posibilidad de mi posterior existencia. Aquellos años que solo conozco por algunas de tus palabras, para recordar un pasado con estrecheces materiales y algunas injustas malquerencias, sobre las que nunca te gusto ahondar; siempre insiste en reivindicar cierta unión familiar, cierto culto al valor de la palabra empeñada, y la existencia de cierta inocencia colectiva que ya hoy no puede tener lugar. Que a ti y a otros más que tampoco conocí a tiempo, hubieron de moldear y condicionar, para con ello lanzarse a vivir una vida, donde la clave era conseguir tener derecho a una justa oportunidad. Ahora bien. Al continuar viendo esa foto que aún hoy sigue siendo más tuya que mía, y respecto a la cual, mi mirar se pierde distendidamente, en medio de una silenciosa noche de esta ciudad caribeña y montañosa nuestra; caigo en cuenta al dejar de mirarte un segundo, para después intentar recordarte en mi mente, tal como te vi y te amé, de que no pueda precisarte con ese físico, con esa mirada, y con esa vitalidad juvenil, con que enteramente no contabas ya, hacia el día de nuestra despedida temporal de un mundo: el tuyo y el mío, el de ambos en definitiva; y respecto al cual tengo la impresión de que enteramente a su compresión, los simples mortales como tú y yo, como él y ella, como los que aun aquí estamos y hoy llamare nosotros, fácilmente y sin mayor demora jamás accederemos

Hoy en esta noche que se transforma indeteniblemente en madrugada. En donde los silencios son tan profundos, como los sueños naturales que en algunas horas también obligatoriamente se interrumpirán. Vengo a constatar la vitalidad de una frase sencilla pero no poco reveladora, del escritor granadino don William. El mismo no es más que un importante amigo mío, de estos años del inicio de mi madurez, que no tuviste la oportunidad de ver. Una época en donde lamentablemente juntos no pudimos estar. Este amigo mío que me atrevo a mencionar ahora, en alguna de sus novelas históricas, ya cerca del final, todavía recuerdo que dice, como si hablase allí mismo personalmente con alguien más, que «ahora veo al pasado y siento vértigo». Tú de estar aquí y muchos de cuantos puedan leer esta carta sin destinatario definido, habrían de preguntarse más de un razonable ¿Por qué?, al hacer mías nuevamente, estas palabras que vuelvo a leer en este instante efímero, al que tampoco podremos mañana volver. De ser esto así, tan solo para ti que estas allí y aun puedo verte, aunque en aquel momento no hayas podido ni siquiera imaginarme; solo podría decir que después de volverte a mirar, es imposible no caer en cuenta de cómo mis horizontes se entristecen.

Pues al mirar hacia esa inmensidad inabarcable, sea en el atardecer o en horas en que el sol se ausenta, para ceder su lugar a un puñado de estrellas distantes que titilan como antes; puedo entender mejor la prescindible temporalidad de esta insignificante existencia. Respecto a lo que siempre me dijiste que tenía que haber más allá, por gracia de una generosa y hábil mano divina, al poder acercarse a esas luces tenues pero insistentes, que parecen no querer rendirse ante la natural oscuridad. La misma que durante más de una decena de horas diarias ha de poder imponerse, para después de ello volver a ceder a la luz, un lugar irrenunciable que facilite la continuación de la utilidad del mirar, que después de todo y como no puede ser de otra manera, también habrá de tener su impostergable final.

Hoy al verte en esa imagen de la que en alguna ocasión me hablaste. En una época más grata, a la hora de comprarla con esta actualidad saturada de incertidumbres y no pocas tentaciones expectantes, vuelvo a recordar como eras tú. A la vez que intento imaginarme mejor como fuiste o pudiste ser. En ese entonces desconocido por mí, en donde preferías la cercanía de las manos cálidas y siempre comprensivas de Leopoldina; la compañía fiel del peludo y audaz Terry (cuyo cariño solo desapareció con tu forzada ausencia y con su inevitable muerte); la recurrencia de las noches de baile entretenido y agotador con aquellas atractivas chicas, y que en el hoy son las señoras que te recuerdan y con cariño te mencionan al mirarme. Ya que aunque yo no pueda identificarlas con exactitud, tienen clara mi identidad, así como también fresco tu recuerdo; de la misma manera como yo aún he de conservarlo, entre más de un anhelo y de cuando en vez un lamento. A este mismo aludido, con sus millares sino miles de imágenes, con sonrisas y tristezas incluidas, hasta el último día en que pueda respirar y sentir, dispuesto no estaré en forma alguna a renunciar.

Luis Samuel Madrid

Caracas. Marzo de 2020.

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