Tranquilo cotidiano

Tranquilo cotidiano

Alicia Talavera

26/04/2017

Son casi las seis de la mañana y a mi ciclo circadiano le ha dejado de importar si es lunes o domingo, el sueño-vigilia se ha vuelto a interrumpir, aunque el trajín de los seis días de rutina deje en paz a los domingos iluminados por el sol y no por lámparas, el ruido matutino con el canto de pájaros y no las voces crudas que preguntan apuradas y hartas por cosas perdidas. Él se mueve y abre un ojo que cierra de inmediato, me da la espalda para ahogarse de nuevo en ronquidos. Le miro por un instante recostándome lo más lejos posible como si la urgencia de pensar fuera a perturbar su sueño o la cercanía delatara el revoltillo de miedosas certezas disfrazadas de dudas.

Las siete. Despierto de nuevo con esa sensación de tranquilidad y lucidez de lo obligado; abro los ojos y me miro cómoda sobre la cama en la paz de las primeras horas del día, sólo una fracción de segundos antes que aparezca de nuevo en mi cabeza el ruido de los deseos reprimidos, el instintivo onanismo mental y entonces dejarme devorar por el ser o el deber, lo claro y lo confuso, lo visible y lo invisible: paredes, cuadros, muebles, libros, objetos, ventanas, sábanas, almohadas, olores, silencios y el eco de los años, su cuerpo y el sueño-imagen que se hace uno de todo para vivir en paz o en un infierno. Enloquezco para sobrevivir y más apremia si me detengo en la vida recorrida, en el cómodo y tranquilo cotidiano donde la pasión, el amor, la renuncia, son accesorios; imaginar si lo que falta tendrá que ser de la misma manera.

Camino con sigilo al baño tratando de escalar de nuevo este descenso al infierno. Frente al espejo abro la boca y doy un beso suave a mis labios fríos, el calor del aliento opaca el reflejo, lo limpio con los dedos para descubrir los párpados más flácidos y la delgadez de los labios que ya había visto como cualquier cosa que se ve todos los días y por ende no se le da importancia hasta que algún traspié de la conciencia lo hace visible.

El temor de la edad y un futuro destierro ante el dilema de mi libertad, me invade.

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