La zorra las vio en lo alto de la parra: eran las uvas más maduras, gordas y seguramente dulces que había visto en su vida. Su primer intento fue cogerlas de un salto, pero no llegaba. No podía trepar…

Así que esperó a la noche y fue matando a las gallinas una por una, en un crimen contra la misma naturaleza, apilando los cuerpos hasta hacer una especie de montaña, que luego escaló y pudo llegar finalmente al ramillete.

Se comió dos de golpe. Estaban verdes, pero ya había llegado demasiado lejos, así que se convenció de que eran las mejores uvas que podían existir.

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