Siempre hay algo que hacer durante el día. Hoy fue limpiar todos los interruptores y todas las manillas de los diferentes muebles que hay en casa. Así cuando no se puede salir siempre, siempre hay algo que hacer. Sin embargo, cuando llega la noche y te adentras en ella por respeto a los otros debes guardar silencio y así te quedas recostado observando el techo de tu cuarto, sin mucho que ver. Luego al pasar las horas te mueves cautelosamente
moviendo cada músculo y hueso de tu cuerpo. Lo haces a un compás que nadie podría lograr, una vez de pie avanzas sin romper el silencio, lo haces como si flotaras y llegas donde querías estar el resto de la noche una clara bolla por donde puedes espiar la noche y vez el cielo estrellado, una luna inmensa y un pedazo de la ciudad callada porque no hay un ruido. A decir verdad durante la noche no hay mucho que hacer más que observar, observar detenidamente cada ojo y cada mirada de quienes están haciendo lo mismo que uno para ver si en algún segundo de la noche tan larga, las miradas se topan y coinciden y se observan sin pestañear durante minutos para luego asomar la boca y modular un hola! Como una señal de paz en otra noche de cuarentena donde todo lo que hagas parece que te fuera a matar.
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