Dos mujeres que influyeron en mi vida de una manera diferente, dos caras de una moneda, la viva (mi madre), la muerta ( mi abuela). En retrospectiva eran tan diferentes, se enfrentaron a las circunstancias de la vida y una de ellas lucho hasta donde pudo luchar.

Yo no conocí a mi abuela directamente, ella falleció antes de que mi madre siquiera pensara en tenerme, sin embargo he visto tantas fotografía y escuchado tantas historias sobre ella, que creo poder afirmar conocerla. Mi madre, una mujer valerosa, que como todos a veces necesita un suspiro de motivación, la que me ha apoyado en cada aventura que he inventado, el amor de mi vida, divertida y terca como nadie, así es ella.

Era el 28 de agosto de 1972, en la capital de Venezuela (Caracas), cuando nació Meudi Adela, mi madre, hija de Carmen Maritza, mi abuela. Mi abuelo tenía una posición económica privilegiada, ambas llevaron una buena vida en los mejores conjuntos residenciales de Caracas, rodeada por actores de televisión, políticos, cantantes y otros artistas. Personas que aun hoy en día son reconocidas.

Mi abuela quien siempre fue muy apegada a su familia, decidió irse al oriente del país cuando mi madre tenía solo cinco años, fue algo repentino para todos, el motivo, un hermano al que quería mucho se mudaba, y ella quiso seguirlo. Mis abuelos no estaban casados, de hecho mi abuela era su amante, algo que parecía común en aquella época. Él le había propuesto comprarle una casa, así no tendrían que mudarse. Pero esta mujer de cabeza dura no lo pensó dos veces, termino estableciéndose en Cumaná. Ahora que soy adulta y ya no me dejo llevar tanto por el impulso me doy cuenta de que fue la peor decisión que se pudo haber tomado. Mi madre tuvo una vida muy difícil en esta ciudad, paso de haberlo tenido todo, estudiar en buenos colegios, tener una vida cómoda, viajar, tener un papá, a no tener nada. Quizás estoy siendo muy dura con mi abuela, al fin y al cabo nunca tuve la oportunidad de conocer su punto de vista de la historia.

Mi abuela se enamoro y salio embarazada en Cumaná. De esa relación nacieron mis tíos morochos. Mi mamá y sus tres hermanos, (aparte de los morochos estaba mi tío Rafael también nacido en Caracas) debido a esta situación fueron a vivir a la casa de la mamá de este señor, al que siempre he llamado abuelo, es el único que conozco y a pesar de todo lo amo. Cabe destacar que él era casado y estos no eran sus primeros hijos fuera del matrimonio.

Carmen Maritza tuvo que trabajar para subsistir, dudo mucho que en aquel momento haya tenido una buena vida, mi mamá se volvió niñera de sus hermanos pequeños, cambiar las muñecas por tres niños pequeños debe ser difícil para una niña de ocho años. A los 14, ella empezó a trabajar para ayudar a mi abuela con los gastos, mi abuelo no aportaba mucho. Dejar los estudios para ayudar a tu madre y hermanos es una de las cosas más admirables que ha hecho mi madre, siempre recuerdo ese sacrificio. Con el tiempo mi abuela se mudo con sus cuatro hijos a un conjunto de departamentos donde trabajaba. A ella le detectaron diabetes a los 40, falleció a los 42 . Mi mamá recién cumplía los 18. Como vivían alquilados donde trabajaba mi abuela, en el momento de su partida les pidieron desalojar. Mi abuelo se llevo a sus dos hijos y mi madre y mi tío quedaron con unos parientes, sin embargo a no vivir en buenas condiciones, ella decidió mudarse sola con mi tío a una pieza alquilada. La mayoría del tiempo no comían bien, ella dejaba de comer en los trabajos por llevarle un bocado de comida a su hermano.

Mi tío Rafael falleció de leucemia con solo 15 años, fue un golpe duro para mi mamá, básicamente él fue su primer hijo, la depresión casi la hace acabar con su vida, mi hermano y yo estábamos pequeños.

Cuando mis padres comenzaron a formalizar su relación, mi mamá le pidió encarecidamente algo propio para ellos, la experiencia vivida de esos dos hermanos al no tener una casa propia, al vivir en casa de otros, terminar siendo sirvientes de los demás, sin tener libertad e independencia fueron suficientes para no querer vivir en casa de ninguna otra persona nunca más. El día que escuche esta parte de la historia, grite y arme tal alboroto con mi hermano en casa, me sentí bien, me sentí alegre, yo tenía la posibilidad de hacer lo que mi mamá no podía a mi edad, ¿quien iba decirme algo? Al fín y al cabo esa era mi casa, yo no molestaba.

Siempre me he preguntado porque mi abuela tomo las decisiones que tomo. Mi madre dice no arrepentirse, tuvo dos hermosos hijos, y si tuviese que vivir nuevamente lo que vivió para tenernos lo haría sin pensarlo.

A veces me siento a pensar en la vida que hubiesen tenido mi tío Rafael y mi madre si se hubiesen quedado en Caracas, quizás mi abuela y mi tío estuviesen vivos, mi hermano y yo no existiríamos, mi mamá tal vez se hubiese convertido en medico o abogada. La realidad hubiese sido muy diferente.

La vida de mi madre y las decisiones de mi abuela, me han hecho a lo largo de mis años muy precavida y he aprendido a analizar bien cada una de mis decisiones. Hoy soy quien soy y existo en parte por esas decisiones, buenas o malas al final lo que queda es seguir adelante por el camino que elegiste, sin mirar atrás, sin arrepentirse, solo queda seguir, solo queda vivir.

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