En época de vacas flacas.

En época de vacas flacas.

Juan Lecea

22/03/2020

Tengo que reconocer que la cuarentena no me toma por sorpresa porque lisa y llanamente he soñado con esto toda mi vida. El hecho de que haya sido decretada por el Gobierno con carácter general y obligatorio propone un terreno fértil para la expansión del goce sin ningún tipo de cabida para la culpa. De modo que para un tipo errático, haragán, disconforme con la cultura del rigor y la disciplina, la cuarentena no puede ser vista desde otro prisma que no sea el del más absoluto éxtasis. Podrá advertir el lector cierto cinismo al no determinar expresamente que dicha posibilidad se da en el marco de la pertenencia a cierta clase privilegiada, y en relación a esto, si bien todos los caminos sensatos conducen a ello no es menos cierto que la obligatoriedad elimina cualquier vestigio de alternativa, de manera que en este aspecto también, el encierro invita a la distensión.

Esto ha venido a subvertir toda la lógica universal moderna y la ha puesto de nuestro lado. Ahora se sirve a la Patria desde la comodidad del hogar y los vagos somos sus más venerados soldados, somos el ejemplo del Gobierno que expone ante la ciudadanía lo bien que hacemos las cosas y también órgano de contralor para fiscalizar los pasos de la clase trabajadora que representa la mayor amenaza contra la salud pública puesto que su vida se torna insoportable si no están produciendo y, naturalmente, tienden a querer salir.

He vivido todos estos años tensionado por la batalla que se libra en mi interior, buscando expandirme intelectual, física y emocionalmente y por fin, hoy es ley sentarme a tocar el piano y escribir. Ahora que la tensión la sufran ellos, los que no se hacen cargo de sus sueños y anhelos, los que para eludir el dolor prefieren olvidar haciendo algo que los distraiga, juntándose o… trabajando.

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