Cuando era muy niña corría por los campos de mi tierra, ignorando los problemas e ignorando la realidad de mierda… en ese tiempo no me fallaban los pulmones y no se me salía el corazón al esforzarme, porque era una niña con fuerza, una que trabajaba desde las 4 de la mañana hasta las 8 o 9 de la noche; la diversión y el compromiso eran parte de mi vida diaria, pues viviendo en el campo todo es trabajo, pero si le pones algo de ingenio lo encontrarás divertido, entre ordeñar las vacas, alimentar los cerdos y arrear gallinas crecí y me divertí como nunca; pero no todo era color de rosa, en ese tiempo no todo era muy claro y más cuando mis dudas no eran resueltas, pues eran “temas de grandes”, en ese tiempo no entendía por qué debía esconderme bajo la cama o en un agujero tras el entablado de mi habitación cuando bajo mi ignorancia llamaba “militar” a quien llegaba a solicitar a papá… tendría poco más de 10 años cuando mi padre no volvió más, pero las mentiras de mi madre me mantenían calmada, o más bien confundida, su decir de que mi padre se fue a trabajar a otro pueblo me mantenían alejada de una realidad cruel como lo es la del conflicto armado Colombiano… lo que ella no sabía es que esa realidad no se podía mantener tan alejada de mi como ella quería, y aunque yo fuese una niña feliz y trabajadora, tarde o temprano las montañas que tanto amo se bañarían de sangre de los que amo.
Había aprendido a leer hacía no mucho y por una casualidad encontré un comunicado… bueno, con el paso del tiempo entendí que era un comunicado; en ese tiempo creía era una noticia del pueblo que hablaba de la salida obligatoria de las fincas de quienes en ese momento vivían en ciertos lugares de la vereda, no puse mucha atención a ese comunicado y seguí con mi día… habrían pasado 3 días del comunicado y llegaron mis tías, dos mujeres, hermanas de mi madre, las dos mayores que mi madre… ciertamente dos mujeres muy amables; cuando llegaron a casa recuerdo venían con una gallina y unas galletas para mí, las cuales compraron en el pueblo donde solía bajar con mamá, a vender las frituras con el jugo de caña que preparábamos.
Pasaron dos días de la llegada de mis tías, cuando como a las 3 de la mañana mi tía Rosa me levantó sigilosamente, susurrando asustada que debía seguirla y esconderme rápido, la somnolencia me podía y tropezaba con todo, mientras salía le preguntaba que pasaba pero su cara asustada no me contaba nada, pasamos de la casa a una pequeña bodega donde se hacía el jugo de caña, en el camino tropecé un par de veces, y hasta casi lloré un par de veces… -escóndete entre los montones de caña molida- dijo mi tía Rosa mientras me tomaba el rostro con sus manos heladas por el miedo que le producía la situación que se vivía, hubo un silencio incomodo de unos segundos donde nos miramos a los ojos. En su mirada encontré algo como si se apiadase de mi por no entender lo que pasaba… me escondí con rapidez como me lo pidió mi tía Rosa, y me quedé en silencio… podía apenas ver por las hebras de caña molida que estaban sobre mí, la confusión era mucha pero no sabía que esa confusión pronto se convertiría en confusión y miedo voraz por no captar la realidad. Oí unas cuantas balas estallar en otras fincas, y lo peor es que cada vez estaban más cerca… por entre las hebras de caña pude ver que subían “militares” y que nombraron a mi madre en un grito estremecedor que me inundó de temor –Ana Díaz- gritó “Militar”, mi madre abrió la puerta y salió a atenderle, ella le preguntó que qué pasaba y estos entraron a casa, hablaban en voz alta y preguntaban por mí, pero recordaba que yo no debía Salir así que siempre me quedé allí… pasaron unos minutos dentro de la casa hasta que volví a ver a mamá y a mis tías junto con “Militar” y sus “camaradas, como solía llamarles… -así que la niña la sacaron del pueblo para que fuera a estudiar a la ciudad- dijo “Militar” mientras se rascaba la barba espesa que cubría su cara, su mirada era malvada, como si de la vista del diablo se tratara… mi madre en sollozos le pedía a “Militar” perdonase su vida, pero este entre frialdad y un mal mirar golpeó su rostro –es usted dañina para la revolución y eso no tiene perdón-… lo qué pasó después es complicado de describir, pero mientras mi madre estaba arrodillada en la tierra fuera de la casa “Militar” tomó un machete con el cual le cercenó el hombro a mi madre, un grito desgarrador por parte de ella me heló la sangre y casi al unísono 6 balazos mataron a mis tías y a mi madre, no entendía aun lo que pasaba, mi mente estaba aturdida… lo único que ciertamente recuerdo es que entre el llanto me dormí hasta que llegó el amanecer…
Al otro día don Juan me encontró entre las cañas, me cargó hasta su caballo y me llevó hasta el pueblo, contactó unos familiares que vivían en la ciudad y me fui en el primer carro que salió hacia la ciudad… mientras salía no podía dejar de llorar y repetir esa escena cruel en mi mente, como yo habían muchos otros, que entre lágrimas juraron no volver, aunque lo dejaran todo. Llegué a la ciudad, allí una hermana de mi padre me recibió, desde ese momento ella me crió y crecí alejada de ese pasado, tuve hijas e hijos, me casé y hasta ya soy viuda… pero hoy que las arrugas cubren mi cara cuento esta historia nuevamente.
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