Todas las casas son de cristal.

Todas las casas son de cristal.

Jose Gaviria

06/03/2020

Las columnas de cristal que imaginaba conforme escuchaba más y más , las extensa laguna color rosa que esperaba la cálida y gentil lluvia para ser llenada de nuevo, y toda esta historia en la mente de una niña de 7 años con sus ojos aureales y su rodillas semi verdes por tanto lanzarse al pasto de la colina de la cual ahora tenía que decir adiós.

Eran esos elementos casi tontos los que conformaban este tipo de escenas, ese tipo de momentos de Iñárritu donde se desenmascaran las razones y solo hay una vía posible y se te desgarra el corazón ,y el pecho va a estallar .Pero las lágrimas se contienen y fuerzas la risa, todo por la niña de 7 años que con su sonrisa y su muñeca de trapo te mira con emoción porque quiere saber qué le pasó a la princesa del cuento que le narras. La princesa que vivía en el castillo de columnas de cristal al lado de la casi infinita laguna color rosa, y que se tuvo que ir de su reino porque así eran las cosas, porque no era feliz, porque el cristal se quebró y la laguna estaba sucia, y lejos le iría mejor a ella y a su corazón que cargaba en una mochila y le cantaba canciones de Mercedes Sosa para dormir.

Mariana tenía unos 25 años cuando tuvo a su hija, la tuvo en su casa rodeada por su familia, rodeada por todos esos ojos tan llenos de amor y magia que parecian mas de ángeles que de humanos. La tuvo sentada, viendo las colinas alzarse y tocando las nubes púrpuras y el aire naranja del océano de luz que se volvía el cielo. Todo eso se veía muy bien desde la colina, todas las flores, todos los colores, todas las tardes, todas las mañanas y los puntitos de color que de la ciudad salían y coloreaban el paisaje de la noche.

El padre ese día tenia resaca y durmió lejos del gentío, lejos de los gritos. Y así estuvo realmente toda su vida, alienante de su hija y la mujer que la tuvo, gritando, golpeando, agitando el aire con su tufo, con su ira.

Y la historia que contaba, de la princesa que luchaba con el lobo ella sola, la princesa que no supo pensar tiempo atrás, la princesa que terminó de estudiar, que conocía el mundo pero no lo habia visto jamas. La princesa que un día tomó su corazón y un cancionero de folklore y se fue de la colina infeliz donde antes habían ángeles  pero se fueron a volar,y los colores que veía se apagaban con los días, y las mañanas, y los puntitos negros de la ciudad ya no coloreaban nada.

Y arrastraron sus muñecas de trapo, y sus sonrisas y su Mercedes Sosa y su dolor y huyeron a un lugar menos agitado, menos ebrio, menos oscuro.

Descendiendo la colina desolada, mientras el lobo tomaba su veneno. Y la ciudad se ve tan brillante y prometedora. Y la niña de 7 años escuchaba ese cuento inconcluso que los ojos de su madre le contaban, y en su cabeza rodaba y rodaba la idea que “al final, todas las lagunas pueden ser de rosa, y todas las casa pueden ser de cristal, y todos los viajes son para vivir un dia mas que el otro”.

Y la vida que dejaban atrás solo era una de muchas que les faltaba vivir, vidas más alegres, más llenas de idas y de vueltas, y de giros y de escenas, y de princesas guerreras y alguno que otro lobo débil y remoto. Y las rutas recorridas eran de cristal liso, y ya no había nada que quebrar, porque ya se habían ido lejos del sufrimiento y del fuego.

Y la princesa y su corazón a no tendria que llorar más, pues llegaron a la ciudad y la tarde esta preciosa, y se apaga el coche,se bajan las dos, se abre la puerta y se ve la salita, y se sienten seguras, y el viaje terminó, y otro nuevo empezó

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