En pos de un futuro mejor

En pos de un futuro mejor

Recuerdo como si fuera ayer ese momento, la tristeza de la partida, el arrojo que suponía el abandonar mi país, la incertidumbre del devenir… Algunos me aconsejaron no hacerlo, quedarme a esperar tiempos mejores «que seguro que vendrían». No quise hacerles caso. Experimentar por mi mismo la derrota era la otra cara de esa moneda que no estaba dispuesto a abandonar de ninguna manera.

Saqué el billete de embarque el día anterior y antes de que me diese cuenta ya me hallaba a bordo, acompañado tan solo de una exigua maleta que perteneció a mi padre, el único recuerdo que atesoraba de él. Y me quedé allí, de pie en el pasillo de la primera cubierta, observando a la gente que se agolpaba en el muelle para despedir a los que partíamos.

Desde esa elevada posición podía ver sus compungidas caras por la marcha de los seres queridos: padres, madres, hermanos, novios, esposos, algún abuelo. Ni una alegría. Todo tristeza reflejando, a la par que la ausencia, el dolor de no poder ir con aquellos que los abandonaban en ese puerto en busca de una vida donde la pobreza no tuviera cabida. Eso era al menos lo esperado por quienes iniciamos aquella aventura. Un viaje del que muchos tardarían años en volver, si es que llegaban a hacerlo algún día.

La prolongada sirena anunciando el inminente zarpado fue la señal para que muchos de los que estaban en el muelle comenzaran a derramar lágrimas como si hasta ese momento no tuvieran la inequívoca convicción de que eran definitivamente abandonados por todos los que en esa mole flotante dejábamos el puerto con increible lentitud. Al otro lado nos esperaba la tierra prometida, un mundo nuevo donde la vida quizá no fuera en nada parecida a la que hasta entonces lleváramos. Nuevas vivencias, nuevas amistades, nuevos paisajes…, que implicarían con toda probabilidad cambios en el carácter forjado en nuestra patria. Dejaríamos de ser de esa tierra para convertirnos en americanos de adopción, la cruz de nuestro sino.

El barco era tan grande que se necesitaba un día completo para recorrerlo de proa a popa, y desde la cubierta superior a la sala de máquinas. Un paquebote, conocido por Andrea Doria, que iniciaba su centésimo viaje, lo cual fue motivo de festejo continuado para todos los que tenían una capacidad económica superior que les permitiera acceder a esas invitaciones conmemorativas de lujo. Los que formábamos la clase baja, entre los que me incluía, nos teníamos que conformar con sufrir esas visiones del despilfarro, de la ostentación más inhumana, del desprecio hacia esos iguales que miraban a través de los cristales, desde el exterior, con ojos tristes. Es verdad que, en esos momentos, las cubiertas prácticamente se vaciaban, lo cual permitía disfrutar en mayor medida del ocio al que, por lo general, debíamos renunciar en base a nuestro pasaje. En particular, el poder acceder a cualquiera de las tres piscinas o tomar el sol en las espléndidas hamacas y disfrutar de momentos que nos estarían vedados en otras circunstancias. Aquello significaba la antesala de lo que estaba por venir. Una premonición de la buena suerte que nos esperaba y que nos hacía olvidarnos, aunque solo fuera por unos minutos, del trágico fin que aconteció al que más de cuarenta años atrás naufragase en esas mismas aguas. Por esa razón, y por la esperanza de un futuro mejor, todos anhelábamos llegar a puerto cuanto antes.

Ahora, cómodamente instalado en este otro puerto a muchas millas de distancia de aquel que me vio llegar un año atrás, espero con vehemencia en esta gélida mañana la llegada de aquellos amigos a los que, decepcionados por la situación aún más ruinosa a la que se vieron abocados, animé a trasladarse hasta aquí. Por suerte mi economía mejoró. La moneda se decantó por quedarse en cara, y por eso ahora quiero ayudar.

¡Extra, extra! ─vociferó el chico de los periódicos, pedaleando veloz mientras arrojaba un fardo de periódicos cerca de donde me hallaba, provocando en mi un hondo sentimiento de impotencia.

https://media.gettyimages.com/photos/daily-news-front-page-dated-july-1956-headline-fight-to-save-1600-on-picture-id97294594?s=2048x2048«La lucha por salvar a 1600 pasajeros en el choque del Andrea Doria con el Stockholm.»

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