AMIGOS DE REFUGIO

AMIGOS DE REFUGIO

Hugo Noboa

03/03/2020

-¿Ecuatoriano? No pareces. Peruano has de ser, o quién sabe. Pero, con tal de que pagues… Habitación número dos… No alcohol, drogas, sexo ni armas. Tu toalla y tu jabón.

A pesar del sórdido recibimiento, Hernán sabía que era la única oportunidad de ocultarse.

En una lúgubre morada con olores a comida, tabaco, orina y sudor, tres jóvenes cubanos y dos somalíes eran los otros huéspedes. Saludó con una venia.

Al ver la dificultad de Hernán para subir, el fornido joven trigueño se aprestó a facilitarle:

-Será mejor que te acuestes en esta parte baja de la litera.

-Le agradezco señor su gentileza.

-Déjate de formalidades chico, trátanos de tú y así entramos en confianza. Buena falta que nos hace. Mejor presentémonos. Comienza tu dotor.

-No soy doctor, para nada, simplemente un poco artista y un poco loco.

-Pero tienes cara de dotor. ¿Cuántos años tienes? Si no es indiscreción.

-Ninguna indiscreción, setenta.

-¿Setenta? La bola de años. ¿Qué tipo de artista? ¿Eres ecuatoriano, no?

-Si, de Quito. Escribo un poco de poesía y algún cuento. Pero me gusta también la música, no soy bueno…

-¡Ah, mira tú! Que coincidencia. Mario es músico también, extraordinario, si sólo tuviéramos un cuatro, porque piano ni pensar, haríamos ahora mismo fiesta. Pero, el ruido…

-¿El ruido? El hombre de la recepción habló de alcohol, drogas…

-No chico, si el ruido es lo peor. Tú sabes, hotel de inmigrantes, la mayoría sin papeles. Se van a molestar dueños y vecinos, terminarían denunciándonos. Mi visa de turista, que tanto me costó, ya caducó. Ojala pronto podamos ir para los yunai mi broder, el camino es largo y peligroso, los dólares escasean. Trabajamos en lo que sea, meseros, guardias, vendiendo golosinas, cuidando carros, pero no se puede ahorrar…

-¿Cómo te llamas? -interrumpió Hernán.

-Camilo, mis padres me han bautizado así.

-Entonces, Camilo, Mario el músico y…

-Pues, Leonardo. De pocas palabras, pero es el cerebro. Ahí donde lo ves, dos títulos de la universidad. A él le consultamos las decisiones importantes.

-Yo soy Hernán, Hernán Morelos.

-Y ¿cómo así en este hotel de última, Hernán?

-Pues, lo mío es largo de contar. Resulta que soy un perseguido político…

-Ah no. Mejor no queremos saber tu historia chico, si tiene que ver con la política. Dinos a nosotros… que por algo estamos aquí -interrumpió Leonardo.

-Pues bien, parece que las prohibiciones aumentan.

-Y no sólo eso, tampoco se puede hablar aquí de béisbol, ni religión. En Cuba el béisbol trae más pasión y complicaciones, que el fútbol acá, ja ja -señala Mario y ríen los tres.

-Y ¿lo de la religión?

Los tres hacen un gesto simultáneo con ojos y bocas, dirigiendo discretamente la cabeza hacia los otros huéspedes.

-Bueno, y ¿qué mismo está permitido?

-Cantar en voz baja; conversar como lo hacemos ahora, nos mantiene vivos; escribir, lo que te caería bien a ti poeta…

-Bueno ¿poeta, poeta? ni tanto, borroneo versos, eso es todo.

-A propósito, recítanos un poema, nosotros te cantamos una guaracha cubana, de esas que aprendimos de nuestros abuelos y tanto añoramos.

-Así como el ron y el congrí y la ropa vieja -añadió Mario y rieron los tres lamiéndose los labios.

-Pues les prometo, nos vamos a comer esa ropa vieja y yuca con mojo, con un buen ron -añadió Hernán.

-Ah, eso hay que ver para creer -se apuró a decir Mario- pero ahora, para entrar en onda, la canción. Antes, Hernán, te presentamos a los otros colegas.

-Abdirahman y Amin. Así creo se pronuncia, ¿No amigos? -se adelantó Camilo. Los jóvenes somalíes asintieron con una sonrisa.

-Ya te acostumbrarás a ellos Hernán. -añade Leonardo- Son buenas personas, salieron de Somalia en barco, recién llegaron la semana anterior, dicen que cruzaron Brasil por la Amazonía, me parece imposible. Son musulmanes, pero no parecen fanáticos como suelen pintarlos por aquí. Si nuestra historia de migración es triste, la de ellos es trágica.

…Acompañados de una improvisada percusión, a voz baja, suena la chambelona, seguida de un aplauso silencioso pero alegre de Hernán y la delegación somalí.

-Y ¿qué significa chambelona, amigos?

-Hoy, para los cubanos, simplemente un caramelo. Pero la canción se refiere a una mujer que baila sin ningún prejuicio. Dicen que la cantaban los liberales para burlarse de los conservadores, a inicios del siglo XX.

Hernán correspondió con una poesía. Y después de un largo silencio:

-Hernán… amigo, no vayas a tomar mal. ¿Será que puedes ayudarnos a encontrar un lugar donde alojarnos? Sólo unos días. Entenderás nuestra situación -planteó Leonardo con delicadeza, y añadió- Un ángel viejo, cayó del cielo esta noche.

-No estoy en las mejores condiciones, chicos. Recién mudado a un departamento muy pequeño, lejos del centro. Soy un perseguido político. Hace algunos meses me separé de mi esposa, estoy tratando de recomponer mi vida, fíjense a estas alturas…

-Sólo si puedes Hernán, no importa donde sea, y si no, no te preocupes.

-Prometo explorar.

Al día siguiente, al despedirse Hernán, dejó el poco dinero que tenía en sus bolsillos, pidiendo que lo usen en algo útil para los cinco.

Al principio, Elena no creyó la historia. Estaba indignada por el plantón de la víspera en la puerta del teatro. Sin embargo, terminaron la tarde caminando por el centro de Quito, Hernán todavía aterrado.

Una semana después, luego de intentar sin éxito al número de celular de Leonardo, Hernán y Elena llegaron al hotel de La Mariscal, dispuestos a comunicar la buena noticia e invitar a los jóvenes un pequeño festín.

El hosco recepcionista del hotel, ante la insistencia de alguna pista para localizarlos, vociferó que parte de la seguridad de este negocio es jamás preguntar más de lo necesario.

https://www.ecuavisa.com/articulo/noticias/internacionales/145591-tras-cierre-ecuador-cubanos-encuentran-nueva-ruta

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