Pensé mientras el coche se lanzaba contra el muro que la próxima vez debía ser más silencioso. El valiente tiranosaurio era más que capaz de controlar cohetes a reacción pero los vehículos de tierra se le daban fatal. Aun así, debía irrumpir en la mansión del general malvavisco, recuperar los dientes perdidos de su fiel amigo el cocodrilo y salvar al bebé alienígena del mar de plastilina. Todo iba según lo planeado pero…
- -¡Gabriel! Deja de jugar y recoge tus juguetes que ya es la hora de cenar.
- -Voy papá, en cuanto salve a mis amigos.
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