Lástima que no haya billetes para maniquíes, me dije al llegar a la estación y encontrarla invadida por extrañas figuras. Me puse en una fila y no avanzaba, me colé y no me decían nada, volví a colarme y no escuché ningún reproche. Me puse el primero y vi que el expendedor de billetes no respondía a nadie. Frustrado me fui al baño, sudando nervioso aparté a todos los que se interponían en mis pasos, hasta que me miro en el espejo y solo me veo en un extraño armazón que se llevaba la señora de la limpieza.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS