El viaje de la contorsionista.

El viaje de la contorsionista.

Lástima que no haya billetes para maniquíes, porque hace tiempo que habría salido del Duty free. Cogería el sueldo que nunca me han pagado, llevando conmigo lo puesto, el aroma a tagine y a té verde. He abandonado Casablanca a costa de mi desnudez, dejando mi aliento en las hebras de algodón de Marrakech, sorteando el antogónico burka del escaparate. Ávida de huir, pierdo la compostura, me cuelo en un equipaje de mano, cuan contorsionista. Me encajonan, omito el cinturón del que carezco, turbulencias y lentejas. Bajón, frenazo, aplausos y vítores. Nadie aplaude el catering de los aviones.

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