Hace ya mucho tiempo que me levanto cansada y me acuesto sin sueños. Pero llevo tiempo preguntándome, ¿qué son los sueños? ¿Son acaso la antesala de la felicidad o las primeras gotas de un dulce veneno que poco a poco acabarán conmigo lentamente?

No hace mucho recuerdo que soñar significaba darle forma a un camino que luego recorrería con los ojos bien abiertos, disfrutando al final de mis logros en un estado de total vigilia. Sueños que al final tomaban forma, eran de carne y hueso. Una premonición que lograba abrazar con la mente en descanso, en ese mundo de los sueños y el subconsciente del que tanto se desconoce aún.

Recuerdo esos tiempos con una triste añoranza, porque me sentía capaz. Tenía confianza.

No tenía miedo a soñar, soñaba a cada instante, soñaba a lo grande. Daba igual si estaba despierta o dormida. Cada pequeña cosa que se me pasaba por la cabeza, la imaginaba incansablemente. La abrazaba y la magia sucedía sola. Mi ánimo era desbordante, transmitía alegría por cada poro de mi piel. Puedo admitir que era realmente feliz.

Sin embargo, no sé qué día se viró la moneda y me mostró su otra cara Esa cara que desde entonces arrastro conmigo a donde quiera que vaya Voy a ser sincera, yo conocía muy bien el motivo, pero me di cuenta que me dolía tanto enfrentarme a él que un día decidí hacer como si no hubiera existido jamás. Y a día de hoy, sólo a veces, creo recordar fragmentos de lo que sucedió, pero después de poner toda mi fuerza en intentar recobrar esa memoria un día olvidada a la fuerza, desisto y ceso la lucha. Es imposible llegar al fondo de mi mente. Al pozo de tragedia que un día construí para ponerme a salvo.

Y en este estado, me paseo por el mundo intentando recordar lo que un día fui. Intentando alcanzar lo que un día perdí. Intentando ser alguien. Intentando, intentando, intentando Pero mis esfuerzos están mermando, cada intento es cada vez más doloroso. Pero entonces, un día que tampoco logro recordar con claridad, sucedió la cosa más extraña de la que he sido testigo jamás… Desde ese día no sé si los sueños son sueños, si vivo en una realidad palpable o si, al fin, estoy en el lugar al que un día pertenecí.

Lo que sucedió fue lo siguiente. Víctima del terrible caos que estaba viviendo: lo que recordaba, lo que no, lo que sentía, lo que pensaba y lo que anhelaba recobrar, fui testigo de la aparición de un majestuoso a la par que divertido unicornio. Majestuoso porque estoy hablando nada más y nada menos que de un unicornio, y divertido porque parecía un adorable peluche: regordete, peludo y al estilo dálmata, pero en lugar de manchas negras, tenía manchas en forma de perfectos círculos todos iguales pero de diferentes colores. ¡Plof! Ahí apareció delante de mis narices. Lo primero que pensé aunque suene estúpido fue con la suerte que tengo, lo raro es que no cayera encima de mí, habiéndome escachado como un trozo de carne fresca y viscosa.

Vale, me he preparado para admitir que parece una completa tontería, incluso me he preparado más aún para aceptar que alguien no dude en tacharme de loca. ¿Un unicornio? ¡Menuda estupidez! Pero sí, me cegó una especie de eclipse sustancial que aún estoy intentando analizar. Sé que trae un mensaje. Es lo único que puede traer. De no ser así, ¡vamos! yo misma me pongo la camisa de fuerza y entro en alfombra roja por el manicomio para adentro. ¡Como una Diva! Pero ese cuerno dorado que me apunta brillante y esos ojos que no pestañean ni equivocados llevan escritos algo. No sé lo que es, sólo sé que es algo bueno. Y lo sé por una sencilla razón de peso, y es que cuando aparece, me calma. Y la calma hacía bastante tiempo que me había abandonado.

Pero ahora, lo que un día fue un hecho aislado y extrañamente sorprendente (un unicornio no aparece todos los días), me sucede cada vez que algo no encaja en mí Y así fue como conocí a Eclipse, el unicornio, y comenzó a formar parte de mi vida.

Volviendo a ese día en cuestión, era un día como otro cualquiera. Las mismas caras, las mismas conversaciones, las mismas risas Todo transcurría como de costumbre. Excepto él. No había caído en ese detalle, hasta que presté atención. Entonces los días siguieron pasando como el resto de días, con las mismas caras, las mismas conversaciones, las mismas risas Todo seguía transcurriendo como de costumbre. Excepto yo.

Los días luminosos eran aún más brillantes. Los días apagados desprendían halos de luces fugaces. La pena se iba transformando en sonrisas y las sonrisas empezaron a ser el ingrediente estrella de mi vida. Así fueron pasando momentos, hasta que un día ese ser misteriosamente inquietante se dirigió a mí y me habló.

-¿Si te digo de donde vengo me creerás? me preguntó dulcemente sin ningún atisbo de enfado por si yo respondía que no.

-No lo sé, ¿por qué no iba a creerte? respondí yo, presa de un montón de divertidas dudas.

-Pues porque he visto muchas cosas de ti. ¡Tengo un don! sus ojos eran un mar en calma.

-¡No te entiendo! ya yo estaba fascinada por el encanto que desprendía.

-Sí. hizo un breve silencio mientras buscaba las mejores palabras para llegar a mí. He visto que desconfías de algunas cosas, aunque en el fondo de tu corazón ansías volver a creer.

-Cuéntame. Apenas me salían palabras, la intriga era cada vez mayor, pero misteriosamente no estaba nerviosa.

-Estoy aquí porque alguien como tú desea que esté aquí para cuidarte por siempre. Y dicho esto, me regaló la sonrisa más bonita del universo.

Ahora imagínense la escena. Qué cara se me pudo quedar por lo que estaba presenciando y escuchando. No sólo mantenía una extraña y entretenida conversación con un unicornio, sino que además ese unicornio me estaba diciendo que existía alguien como yo, me imagino un humano de carne y huesos, que deseaba que un unicornio se me apareciera con la única misión de cuidarme por siempre. Vale, cojo aire, respiro, suelto. ¿De qué demonios estamos hablando? Ya me estaba perdiendo en mis propios pensamientos, con un sinfín de preguntas galopándose una tras otra. Y estoy segura que él pudo intuir todo eso en mi cara, porque comenzó a hablar de nuevo todavía con más calma y dulzura.

-Sé que te estás preguntando de qué trata todo esto. Tranquila, te lo iré explicando poco a poco. Sé, porque te conozco más de lo que quisieras, que incluso estás pensando que seguramente se trata de un profundo sueño que ya te encargarás de analizar a la mañana siguiente. Y sé más que nada, que la pregunta que más te inquieta es quién deseó que se te apareciera un unicornio para velar por ti. Lo más gracioso de todo esto, resulta que al hacerte esa última pregunta, estás confiando en que quepa la posibilidad de que todo esto sea real y no esté sucediendo solamente en tu cabecita soñadora. Lo que confirma tu esencia. Tu eterno viaje entre lo que es real y todos los sueños que nacen y algunos permitas que mueran en tu cabeza. Pues te adelanto que estoy aquí para eso, para que nunca más, y repito, nunca más permitas que tus sueños se pierdan en algún rinconcito de tu mente y duelan por siempre en el corazón. Para eso estoy aquí, para que juntos creamos que puedes dar vueltas alrededor de los anillos de Neptuno junto a tu unicornio. Me guiñó un ojo, y me dejó todo el tiempo necesario para asimilar el gran mensaje que acababa de compartir.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS