Lástima que no haya billetes para maniquíes. La modista acaba de llegar de su viaje semanal a través de la frontera: comprar telas importadas a mitad de costo de lo que valen de este lado. Sus prendas, vestidos para los sábados de cine o de misa los domingos, no tienen donde colgarse. Calle Las hortensias. A la vuelta del mercadito de verduras. No hay escaparate. Sólo un cartel anuncia su oficio, y una máquina de coser sintetizan el esfuerzo de volver cada semana a cruzar la frontera y comprar, -la próxima vez será- ese dichoso maniquí.
OPINIONES Y COMENTARIOS